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Julieta Cazzuchelli [30/09/2020] 

Apreté mis ojos al recordarlo. ¿Cómo podía odiar y extrañar a una persona a la misma vez? Extrañaba al chico del que me había enamorado, odiaba al demonio en el que se convertía de vez en cuando. Pero ahora, el nosotros, lo nuestro, absolutamente todo lo que teníamos y lo que yo tenía, se lo llevó el viento.

[23/04/2013] 

— ¿estás lista?

Me preguntó Tomás y asentí con mi cabeza. Observé a mi alrededor, siempre comprobábamos que no haya nadie cerca, pero en este bosque casi nunca o más bien nunca, había nadie. 

Miré al frente y después de tomar aire apunté, jalé del gatillo y por primera vez después de dos semanas de intentarlo, disparé en el blanco.

Mi hermano se había quedado sin trabajo y Tomás tomó la decisión de hacerme parte de su banda, junto con Troca, Chulu y Homer — los dos primeros compañeros del colegio y ahora también amigos — todos tenían apodos, a mí me había apodado Nadir, él en su intento de chamuyero, me dijo que me había convertido en su punto débil, tal como era un Nadir, un punto debajo de nuestros pies en la recta del planeta tierra y me sorprendía que el pelinegro tenga esa información. Día a día lo hacía, sorprenderme, digo. Me había demostrado que detrás de esa fachada de pibe bardo, había un chico que valía la pena conocer y es lo que trato de hacer desde el día que lo conocí — ya hace más de un mes — descubrirlo, a él, a Tomás Campos y no a Bardero, como su apodo.

— ¡muy bien, reina! — exclamó y rodeó mi cuerpo con sus brazos, tragué saliva al sentirlo tan cerca de mi cuerpo, acomodó mis brazos y me hizo volver a apuntar al tablero de madera que había armado en el bosque para que yo aprenda a disparar, al cual le había pintado un centro blanco — ¿te animas a darle de nuevo? yo te ayudo. — asentí con mi cabeza y volví a disparar, otra vez, dando en el centro.

— ¡ah pero mejor que yo no' salió esta! — voltee al escuchar la voz de Homer detrás de nosotros y solté una pequeña risa, orgullosa de que al fin lo había logrado — ¿lista para tu primer robo?

— sí, más que lista.

Asistí. A eso se dedicaban Tomás y su banda. De vez en cuando robaban, en casas, en negocios, a veces se arriesgaban y se iban a robar al centro, corriendo peligro de que los atrapen pero eso los llenaba todavía más de adrenalina. Y otras veces, con la plata que robaban, compraban droga y además de consumirla, la revendían. Era un buen negocio, no podía negarlo. Era mejor que ser repartidor de comida como trataba de ser mi hermano en su bicicleta y ganaba dos mangos con cincuenta. Él me había dado de comer tantas veces, que ahora me tocaba a mí llevar el plato de comida a la mesa.

— ¿segura que lo queres hacer, reina? — me preguntó Tomás cuando íbamos caminando rumbo hacía su casa, yo asentí con mi cabeza — todavía, estás a tiempo de poder salir. 

— ya estoy adentro, además ya sabes todos mis secretos.

— ¿y qué tiene que ver eso?

— que soy el tipo de amiga que te ayudaría a esconder un cadáver, pero si me fallas Tomás, acordate que se esconder un cadáver. — dije y él alzó su ceja, le regalé una sonrisa y ambos soltamos una carcajada — ¿puedo quedarme a dormir en tu casa después del robo? no puedo llegar a la madrugada a la mía...

— solo si dormís conmigo.

Revolee mis ojos y accedí. Tomás siempre intentaba chamuyarme, pero nunca lo conseguía. No era el tipo de chica que él estaba acostumbrado a tratar, las típicas del colegio, que se entregaban fácilmente. ¿Sentía cosas por él? Eso todavía no lo sé. Solo sé que me siento bien, menos sola y podría decir que hasta feliz.

Después de agarrar los pasamontañas y todo lo necesario para proteger nuestra identidad — junto con las armas — nos dirigimos a uno de los barrios mas lindos de la ciudad, con casas de gente llena de plata; Los chicos habían decidido que mi primer robo, tenía que ser en un lugar seguro y no en un comercio de pleno centro, eso lo iban a dejar para después. Cuando esté más entrenada. Tomás tenía razón, tenía que dejar que me ayude, solo así iba a poder salvarme de la miseria y la pobreza que estaba desde el día que nací.

— Nadir, vos entras y nos abrís de adentro.

Me avisó Troca y al comprobar que no había nadie en la casa que habíamos estado estudiando todos los horarios de la familia que vivía acá, Tomás me alzó y me trepé por la pared, entrando así al patio trasero de la propiedad. Abrí la cerradura de la puerta de la cocina tal y como me habían enseñado los chicos hacerlo y al entrar, forcé la puerta principal y les abrí a mis amigos quienes me felicitaron por haberlo logrado y después pasar a llevarse todo lo que podían.

El robo en la casa no duro más de quince minutos. La mayoría agarró plata, joyas y cosas pequeñas pero de mucho valor. Yo había decidido también, agarrar plata, al fin y al cabo era lo único que necesitaba para sobrevivir.

— ¡estuviste re bien hoy, Nadir! — aplaudió Chulu, mientras volvíamos caminando para el barrio — uh, loco ¿cuánto falta para llegar? me muero de sed.

— para la próxima me robo un auto. 

Le respondió Tomás y todos reímos después de que los chicos me felicitaran por lo bien que había estado en el robo. Había sido fácil, posible.

Después de caminar más de treinta cuadras, por fin piercings en los labios — así lo llamaba yo —y yo, habíamos llegado a su casa. Tomás vivía con sus cinco hermanos, los demás eran más chicos que él y dormían en una pieza los seis juntos en cuchetas, en un hacinamiento crítico total. Pero, como el padre hoy trabajaba de noche, Tomás se había adueñado de la pieza de este y su cama de dos plazas.

— reina, vi esto y me acordé de vos... — dijo cuando se sacó la remera y me mostró un collar de plata que de seguro había robado de la casa de hoy, tenía la letra N como inicial, N de Nadir, mi apodo e inevitablemente una sonrisa se formó en mi rostro — ¿te lo puedo poner?

— ¿vos robaste eso por mí? — él asintió con su cabeza y mostré todos mis dientes, me senté en la cama dándole la espalda y después de levantarme el pelo me colocó el collar — gracias, Tomás. 

Dije cuando voltee a verlo y por primera vez, sentía mi estomago removerse. Después de un mes y días, me daba cuenta de que sí, sentía cosas por él. Pero, intenté convencerme de que era, porque fue la primer persona que me habló cuando todos me miraron mal. La primer persona que me aceptó con mis defectos y virtudes. Que me eligió. 

— ¿reina, te puedo besar?

— ¿pedís permiso para eso? — solté una pequeña risa y al ver como se acercaba a mí, lo aparte lentamente colocando mi mano en su torso desnudo — olvídate, nunca va a pasar.

[30/09/2020] 

Y pasó, claro que pasó. Caí en su juego, en su infierno. Pero es el día de hoy, que todavía no sé si realmente me arrepiento o no.

Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora