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Julieta Cazzuchelli[28/03/2018]

— ¿así va a ser? — preguntó Mateo, completamente indignado — ¿después de todo lo que te hizo, vas a dejar que vuelva a entrar en tu vida, como si nunca hubiese pasado nada?

— no te pido que me entiendas. — terminé de ponerme el delineador y me miré en es espejo — es el papá de Manuel y mi hijo no tiene la culpa de todo lo que pasó entre nosotros.

— ¿y te maquillas para ir a llevarle a Manuel? — indagó, se acercó a mí y obligó que voltee a verlo — prométeme que no vas a volver a caer en sus ruinas.

Moví mi cabeza, asintiendo con esta, como si realmente se lo estuviera prometiendo cuando ni siquiera yo sé que va a pasar ahora que Tomás volvió. Dejé un beso sobre la mejilla de Mateo y cargue a mi hijo en mis brazos para después salir de mi casa y tomarme un taxi hasta la dirección que me había dado mi ex novio.

Me bajé del auto y me encontré con un edificio de más de diez pisos. Al parecer en estos dos años, le había ido bien. Tomé aire y toqué el número de su departamento. No respondió nadie y decidí sacar mi teléfono para mandarle un mensaje, pero cuando quise hacer eso, él abrió la puerta del edificio. 

— hola, morocha. — me regaló una sonrisa y extendió las manos para que le diera a Manuel, lo hice y lo cargo en sus brazos — hola hijo, soy papá. — comenzó a llenarle la cara de besos e inconscientemente sonreí — ¿te queres quedar? — preguntó y tragué saliva, levanté mi cabeza encontrándome con su mirada y no pude decirle que no a sus ojos brillosos y la sonrisa entre sus labios — quiero que te quedes.

— está bien.

Entré después que él al edificio y lo seguí hasta su departamento. Al abrir la puerta, me encontré con un piso entero, solo para él, o eso supuse. Había cajas, parecía que recién se había mudado. Muebles costosos y bolsas de compras en el suelo.

— le estoy preparando la habitación, mira. — me tomó de la mano y me arrastró hacía una de las piezas de su departamento, sonreí al ver que la estaba pintando de color celeste y colgó el nombre de Manuel en la puerta — realmente quiero hacer las cosas bien. — mi hijo comenzó a llorar y Tomás se asustó, intentó calmarlo y yo solté una pequeña risa — ¿qué le pasa, qué le hice?

— tiene hambre.

Comenté, en medio de una risa y él me dio a nuestro hijo, lo acune en mis brazos y me acerqué hasta su sala, para poder sentarme en una silla y darle de comer a Manuel.

Tomás se sentó en frente mío y me miró de arriba a abajo. Me tensé y Manuel me indicó con sus manos que no quería más leche. Me acomodé la remera y vi como mi hijo empezaba a quedarse dormido.

— ¿se está durmiendo? —preguntó Tomás con una sonrisa en el rostro y asentí con mi cabeza — ¿lo puedo poner en la cuna?

Volví a decir que sí con mi cabeza y le di a nuestro hijo; Lo sostuvo entre sus brazos y vi como desaparecía con él por el pasillo. Después de unos segundos, Tomás volvió a aparecer, con dos cervezas en la mano y negué con una sonrisa entre los labios.

— ¿cómo los viejos tiempos? — propuso y me dio la botella, la cual no tarde en empezar a beber — te extraño. — confesó, volví a tensarme cuando se acercó a mí y colocó su mano en mi pierna — muchísimo.

— Tomás, no. — posé mi mano en su pierna y clavé mi vista en él — por favor, no me hagas esto.

— ¿segura? — susurró en mi oído y tragué saliva por segunda vez en el día — ¿entonces por qué estás sosteniendo mi mano?

Se alejó de mi oreja y fijo sus ojos en mí. No tardé en tomarlo del cuello y acercarlo hacía mí para chocar mis labios contra los suyos, uniéndonos en un beso. Por fin. Después de dos años sin tenerlo, volvía a hacerlo. Me sentía en casa, otra vez.

Siempre intenté huir de Tomás, pero nunca me quise ir.

Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora