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Julieta Cazzuchelli [25/07/2014]

Mateo rodó sus ojos, yo solo suspire mientras observaba a Tomás por la ventana. Él, estaba con una pelirroja en sus piernas, dándole besos, tocandola como me gustaba que me toque a mí y eso me rompía un poco más el corazón. Que el trato que me daba a mi, se lo de a todas por igual. Yo creía ser su reina, pero al parecer solo era una de sus princesas.

— ¿todavía querés entrar? — me preguntó mi mejor amigo y yo asentí con la cabeza — vamos, entonces.

Giré la manija de la puerta y al abrir esta, los chicos gritaron mi nombre, supongo que se enteraron por mi novio — si es que todavía puedo llamarlo así — que la policía me había agarrado. Tomás empujó a la chica con la que estaba y se levantó de su asiento para correr hacía mi. Me abrazó, fuertemente, como nunca. Y sentí su corazón latir cada vez más rápido. Una sonrisa se formó en mi rostro cuando dejó un beso sobre mi frente y lo vi con los ojos cristalizados. Me estaba demostrando que le importó. Y que me quiere, realmente me quiere.

— ¡amor! — exclamó y capturó mis labios, como hacía tanto no lo hacía, sonreí entre besos y volví a sentirme bien, en casa, amada — ¿estás bien, te hicieron algo esos hijos de puta?

— preocúpate ahora, total ya esta libre ¿no? — se metió Mateo a la conversación y se sentó al lado de la pelirroja, para aspirar un poco de cocaína — ¿irla a buscar no se te ocurrió ni en pedo, no?

— claro y caigo en cana yo. — le respondió Tomás a mi mejor amigo de mala gana — yo soy mayor, ella es menor, la sueltan en horas, a mi me llevan preso, pelotudo.

— ¿por qué no me viniste a buscar cuando me caí? — él tragó saliva y se alejó lentamente de mi, para imitar a Mateo y aspirar del polvo blanco — ¿nos podemos ir? — le pregunté a mi mejor amigo cuando Tomás volvió a besar los labios de la chica que lo acompañaba mientras yo no estaba — por favor.

— ojo, ustedes dos. — me advirtió Lucas y frunci el ceño, sin entender — vos le perteneces a mi hermano y a nadie más.

— ¿qué? — Mateo volvió a meterse y soltó una risa irónica — ¿le pertenece a él? — señaló a Tomás y su mejor amigo asintió con la cabeza — ¿a un mujeriego drogadicto? — volvió a reír — Julieta no es un objeto como para pertenecerle a alguien, deberían cuidarla un poco más, el día que se rescate...

Y dejó de hablar. Observó como yo miraba a Tomás, y dejó de hablar. De seguro pensó que yo nunca iba a poder rescatarme. Que nunca iba a poder soltar a Tomás y pensó bien. Yo le pertenecía a él y el a veces me pertenecía a mi. Al menos un poco, de vez en cuando, mi amor, era mío.

— ¿tan poco te querés? — me preguntó Mateo mientras caminamos hacía su casa, ahora los fines de semana la pasaba con mi mejor amigo — porque para seguir con él, no te tenes que querer ni un poco.

— Tomás me quiere Mateo, pero no puedo cambiar su forma de ser, me enamoré así ¿que le voy a hacer?

— dejarlo. — respondió, en un tono obvio — dejarte sola con quince años en la cárcel, es el principio de mil cosas malas que pueden pasarte si seguis con él.

— Mateo, vos estás en la misma movida que yo, así que...

— pero yo ya estoy perdido, vos en cambio estás a tiempo de salvarte. — negué con mi cabeza, yo solo quería que mi príncipe azul lo haga, me salve, pero este estaba besando los labios de una pelirroja en este momento y no conmigo — te juro, que te voy a demostrar que Tomás es un hijo de puta.

[02/10/2020]

Y lo hizo. Mateo cumplió con su promesa y me demostró que Tomás solo se había disfrazado de angel para conquistarme y cuando al fin lo consiguió, se sacó esa máscara para dejar ver su faceta real, la de demonio. Tomás era el mismísimo diablo en persona y haberme enamorado de él, fue caer a lo más profundo del infierno.

Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora