CAPÍTULO 6. LA HUÍDA

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   Eran apenas las ocho de la mañana cuando el taxi se detuvo frente al pequeño y céntrico hotel.

Aldama pidió a su familia que permaneciera en el auto mientras él contrataba una habitación, al poco regresó para hacerse seguir.

El hotel elegido tenía solo veinte habitaciones, todas de dos niveles, y la que contrató era de dos recámaras.

En cuanto entraron al cuarto llamó a un amigo que administraba una arrendadora de autos y le pidió que le enviara uno al hotel.

- Papá, no tengo nada para cambiarme, ¿podemos ir a comprar?

- No Anna, eso lo haremos en México, no es prudente andar exhibiéndonos, no debemos arriesgarnos.

Desayunaremos, reposaremos un buen rato y después agarraremos camino.

El celular de Aldama timbró, era el profesor García.

- Sí profesor, ya tengo aquí a mis hijos, le agradezco su intervención pero he tomado la decisión de no seguir arriesgándolos, considere terminado mi compromiso con ustedes.

Estoy convencido que no me necesitan y no entiendo las verdaderas razones por las que me involucraron.

García respondió proyectando seguridad y empatía.

- Entiendo su molestia pero le aseguro que todo lo que le dije es verdad y que lo que pasó fue una muy lamentable complicación que nosotros no causamos.

- Le creo, pero para mí lo más importante es la seguridad de mi familia.

No hay forma de que me convenza de seguir trabajando para ustedes.

Dígame a que cuenta debo transferir el dinero que me depositó.

Se lo regresaré íntegro, no me interesa recuperar los gastos que realicé porque no logré ningún avance.

- Señor Aldama, le estoy transmitiendo a su celular un texto con la historia de su familia desde 1522, puede creerme o no, pero usted y su familia fueron señalados desde hace casi cinco siglos para realizar la tarea que le encomendamos.

Ya no lo llamaré más, de usted depende lo que siga.

García terminó su comunicación y Aldama se quedó sin saber que hacer o decir.

- ¿Qué pasó?, ¿qué te dijo ese señor ahora? -preguntó Dulce María-

- Me mandó un archivo a mi celular con la explicación de porqué nosotros como familia fuimos designados para hacer lo que me pidió.

Anna de inmediato tomó el celular de su papá para buscar el archivo.

- Aquí está papá, pero para leerlo con comodidad es mejor imprimirlo.

- Vamos a la oficina del gerente a ver si nos presta una computadora –indicó Aldama y de inmediato corrigió-

Pero no... mejor vamos todos a desayunar y después vemos esto.

- No papá, yo no tengo hambre y lo mejor es que mientras ustedes desayunan, yo vaya a la gerencia para imprimir el archivo y asegurarme de que nadie lea la carta o se quede con una copia.

- Anna, yo tampoco tengo mucha hambre pero tenemos que comer – planteó Dulce María-

Después leemos lo que le mandaron a tu papá, que con seguridad son puras mentiras.

Anna aceptó a regañadientes y todos se encaminaron al comedor del hotel.

Tras instalarse en una mesa, descubrieron que el gerente estaba ahí terminando su desayuno.

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