Eran las tres de la tarde del segundo día del nuevo cautiverio de Anna.
Ica Mitchell estaba acercándose por carretera a la Ciudad de México.
Bob Dumas y Nancy Ellis también estaban en México y se dirigían en taxi a la cede del partido político de Hernán Cenizo.
Anna miraba con inquietud la televisión, vivía por primera vez un cautiverio que no proveía suficientes desahogos a su hiperactividad.
Estaba tensa y angustiada.
La noche anterior había conversado telepáticamente con su hermano, pero temía que hubiera sido una ilusión surgida de sus miedos.
Habían convenido pintar en el techo de la casa en donde estaba, una cruz de color blanco que pudiera ser identificada desde el aire.
Abrigaba la esperanza de haber logrado transmitir que creía encontrarse en las cercanías del parque nacional La Marquesa.
Normalmente, después de enlazarse con su hermano se sentía relajada y feliz.
Pero ahora estaba urgida de no cometer equivocaciones y eso mermaba su confianza hasta un punto desquiciante.
Había encontrado en el clóset de visitas de la sala, varios botes de pintura y varias brochas anchas.
De momento no les vio utilidad.
Fue hasta que sintió estar conversando con su hermano y pensar en cómo ayudar a que la encontraran, cuando redondeó la idea.
Urdió la estrategia para hacerse de la pintura y subir al techo, y decidió ponerla en práctica a las dos de la madrugada.
Mientras ella se revolvía entre dudas y nervios sus compañeros de drama se movían también rumbó al desenlace de sus personales aventuras.
Nancy Ellis recibió una llamada telefónica poco antes de llegar a las oficinas de Cenizo, cuando aún estaba a bordo del taxi.
En ella, Ica, sin darle indicios de que estaba circulando en la carretera Querétaro-México, le informó de la captura de Anna por parte de Hernán Cenizo.
La audaz periodista no compartió con Dumas la naturaleza de la llamada y simuló estar atendiendo un asunto familiar.
Al poco arribaron a su destino y fueron hechos esperar brevemente antes de ser conducidos a la sala de juntas en donde ya los esperaba Cenizo.
- Licenciado –dijo Nancy tras saludar de mano y en silencio-, ante todo le agradezco que nos reciba, sabemos que su agenda siempre es muy intensa.
Cenizo respondió con frialdad.
- Siempre es un gran gusto platicar con la prensa de su país.
La lucha en la que estamos requiere que el público norteamericano sepa que no soy una amenaza ni para la democracia ni para la libre empresa.
Y déjeme felicitarla por lo bien que habla usted español.
¿Dónde lo aprendió?
- En la universidad, pero además vengo con frecuencia desde los dieciséis años.
- ¿Y usted también habla español? –Preguntó Cenizo dirigiéndose a Bob-
- Solo un poco, la experta es mi amiga.
Respondió Bob con un fuerte acento plagado de sonoras erres y úes.
Temiendo que Cenizo tomara el control de la entrevista para hablar solo de lo que él quisiera, Nancy decidió atacar primero.
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LA SOCIEDAD SECRETA
Historical FictionEste relato da testimonio de la existencia de una sociedad secreta creada por orden del emperador azteca Cuauhtémoc, que preserva hasta nuestros días los conocimientos de las civilizaciones autóctonas del Continente Americano. RENÉ IGNACIO GARCÍA FE...