La puerta del avión se abrió y cuando Ica la cruzó fue recibida por una bocanada de aire caliente y húmedo que alegró su corazón y llevó a todo su cuerpo añoradas sensaciones de su infancia.
¡Ya estaba en Veracruz!
Junto con los demás pasajeros siguió a una empleada de la aerolínea por la plataforma de cemento hasta el edificio terminal para realizar los trámites de ingreso al país.
En el módulo de renta de taxis contrató uno que la llevara hasta Usila.
Estaba haciendo realidad un sueño de casi cincuenta años y se sentía inmersa en un espacio que al tiempo que la acariciaba le hacía sentir ajena.
La amplia y moderna carretera le sorprendió muy gratamente.
Aunque cuando noventa minutos después el taxi tomó la carretera secundaria hacia Tuxtepec, le pareció que ese camino no había recibido mantenimiento desde la última vez que había pasado por ahí.
En realidad no era así porque la carretera había sido hecha y rehecha muchas veces tras ser deteriorada por el riguroso clima de la cuenca del Río Papaloapan.
Su paso por Tuxtepec fue vertiginoso y después de tres horas más de carretera y calor, con los ojos llenos de verde de todos los tonos y brillos de la exuberante vegetación, Usila se le mostró tendida en su acogedor valle a cien metros de altura sobre el nivel del mar.
Recordaba perfectamente la ubicación de su casa y conforme se acercaba tuvo la sensación de que todo estaba en su lugar, de que el tiempo se había detenido y que ni las piedras del camino se habían movido.
Sus padres no sabían de su llegada y ella sabía que la puerta estaría abierta, pero ya tenía decidido que no entraría sin antes anunciarse, porque la impresión podría ser demasiada para sus viejos.
Bajó del taxi y el chofer comedida y rápidamente depositó el equipaje a sus pies, mecánicamente tomó cincuenta dólares de su cartera los entregó como propina y recibió repetidos agradecimientos.
Ella estaba absorta y respondió con una breve sonrisa.
El auto se alejó y se quedo sola frente a la casa que la vio nacer.
Se imaginó niña corriendo descalza y feliz, se recordó saliendo llena de miedo con el profesor Marcio hacia lo desconocido, vacía de esperanza.
Tomó valor, respiró profundamente y golpeó cinco veces con sus nudillos el marco de madera de la puerta, acudió de inmediato una muchachita de unos quince años de edad quien sonriente pero en silencio se plantó frente a ella.
- ¿Está don Juan?
- Sí, espere un momento.
- ¡Espera!, toma esto y entrégaselo.
Ica extendió su mano sosteniendo una tarjeta tamaño postal que solo tenía impreso su nombre, la muchacha la tomó y se perdió cruzando la cortina que separaba la sala del resto de la casa.
No pasaron ni quince segundos cuando se escuchó desde el fondo la voz de doña Micaela gritar con emoción mientras se esforzaba por levantarse de la hamaca en donde la había sorprendido la noticia.
- ¡Ica!, ¡hija de mis amores!, ¡allá vamos!, ¡pasa, pasa!
Ica cruzó presurosa el umbral, dejó su equipaje en el centro de la sala y acudió al llamado con el corazón palpitando en tropel.
El abrazo fue largo y convulsionado por los estertores de llanto y risa que en total descoordinación hacían presa de ambas.
Poco a poco, la serenidad llegó iluminando sus sonrientes rostros, don Juan las observaba complacido y en cuanto se rompió el abrazo que las unía, extendió sus brazos invitando a Ica a refugiarse en ellos.
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LA SOCIEDAD SECRETA
Historical FictionEste relato da testimonio de la existencia de una sociedad secreta creada por orden del emperador azteca Cuauhtémoc, que preserva hasta nuestros días los conocimientos de las civilizaciones autóctonas del Continente Americano. RENÉ IGNACIO GARCÍA FE...