Era de noche, la bella aeronave estaba lista para despegar en un helipuerto del campo militar número 1.
Se acercaban a ella dos figuras que en la penumbra dibujaban a un militar de alto rango y un piloto en overol.
Uno de los militares que guardaban el lugar se adelantó a encontrarlos cuando aún avanzaban por la calle de carreteo.
Tras saludar militarmente recibió una autorización debidamente reglamentada para el uso del helicóptero.
- Tomaremos este juguete por unas tres horas –sentenció el oficial que entregó el oficio-
Asegúrese de que el área esté iluminada hasta que regresemos.
Sin más, los dos recién llegados continuaron avanzando hacia el helicóptero.
Cuando pasaron junto a los centinelas apostados a la entrada del área en donde estaba estacionado, éstos se cuadraron al unísono.
La plataforma circular estaba demarcada por luces perimetrales.
Unas verdes apuntando al cielo y otras blancas orientadas a ras de piso.
Ambas iluminaban indirectamente el lugar lo suficiente para distinguir con claridad a Francisco Esquivel portando insignias de general.
Los motores rugieron y las aspas comenzaron a girar.
El despegue fue suave y ya en el aire el piloto planteó una cuestión que le había inquietado por días.
- ¿Qué tanta experiencia tiene el operador de armamento?
- Solo en simuladores, él también se capacitó en Toulouse, pero como ingeniero de vuelo y armamento.
Para esta misión lo mandamos a Long Beach para especializarse en este equipo.
- Se oye bien. ¿Pertenece a la sociedad?
- Todos los participantes en esta operación pertenecemos a la sociedad, incluido quién firmó la autorización que acabo de entregar.
- Siempre supe que estábamos en todos lados, pero es hasta ahora que lo estoy viviendo con toda intensidad.
- Lástima que lo tengas que olvidar de inmediato, porque todo esto no está sucediendo.
- Sí señor.
El piloto sonrió brevemente y Esquivel le guiñó el ojo con jovialidad.
Tres minutos después estaban descendiendo en el helipuerto del edificio del cuartel de la Sociedad Secreta de Cuauhtémoc.
Esquivel se quitó el chaquetín y el quepí, se los entregó a una asistente que se acercó para recibirlos y se enfundó un overol.
Siete comandos subieron.
Seis con armas de asalto y una pesada mochila.
El séptimo era el operador de armamento y solo cargaba una maleta de manuales.
Despegaron de inmediato y volando en modo silencioso se acercaron al edificio donde se operaría el rescate.
El sofisticado equipo analizador de imágenes ubicó a todos sus ocupantes.
Solo un guardia estaba en la terraza del penthouse, los demás estaban en la planta baja y el sótano.
En una recámara había un ocupante sin armas que se movía de un lado a otro, su fisonomía era de mujer y el operador del equipo consideró que se trataba de Anna.
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LA SOCIEDAD SECRETA
Fiksi SejarahEste relato da testimonio de la existencia de una sociedad secreta creada por orden del emperador azteca Cuauhtémoc, que preserva hasta nuestros días los conocimientos de las civilizaciones autóctonas del Continente Americano. RENÉ IGNACIO GARCÍA FE...