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La cocina estaba cubierta del olor a leche.

Claudia revolvía el espeso líquido blanco en el interior de un enorme caldero como una bruja que concluye su brebaje. Ya era de tarde y solo faltaba que su marido terminase de bañar a los pequeños para que ella pudiese enterrarles el biberón en la boca. De esa forma les reforzaba la comida que recibirían luego. Su hija estaba muy emocionada con la comida italiana que Lonny prepararía esa noche.

Ella solo rezaba porque fuese una cena tranquila.

Sabía que Morgan no vendría a comer. Lonny siempre le llevaba la comida al despacho para que pudiese seguir trabajando. Claudia estaba en contra de esas costumbres, sobre todo porque su hermano estaba entrando en años. ¿Qué si un día se le paralizaba la digestión y ninguno de ellos se enteraba? Sería una desgracia para la familia que su jefe tuviese una muerte tan cutre.

Con un prolongado suspiro abrió la gaveta del aparador de abajo y sacó un pomo de leche de cristal fino con una tetera de goma y comenzó a llenarlo de a poco. En ese momento un alegre tarareo cruzó el marco de la estancia. Claudia se sorprendió. Reconocía la voz, pero no esos ánimos.

– ¿Te pasó algo bueno? – preguntó tratando de mirarlo por encima del hombro.

– Es un secreto. – dijo pícaramente la voz de Lonny al pasar por su lado.

– Hmm. – susurró la mujer mientras aceptaba el beso de saludo de su amigo. – ¿Y cuánto mide este secreto tuyo? ¿Qué talla de zapatos usa? ¿Quiero su número de calzoncillos y medias? ¡Oh! El tamaño de los condones es importante. –

– Jajaja. – bramó el muchacho en una sonora carcajada. – Lo siento. Me fijaré la próxima vez. – dijo de buen humor mientras se recogía el cabello con una gomita.

– Déjate de tonterías. – dijo la mujer en tono cómplice mientras apagaba el fogón y jalaba a Lonny a una silla con ella. – Cuéntamelo todo. ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Lo conozco? Oh, dios, ¿Ance lo sabe? –

– Jajaja. – volvió a reír Lonny mostrándole sus hoyuelos. – Sí, Claudia, Ance lo sabe. –

– Entonces le conozco. Déjame ver si adivino. – dijo dando una palmada frente a su rostro con entusiasmo.

– No adivinarás. – Lonny negó con la cabeza. Su tono alegre entusiasmó aún más a Claudia.

– Ooooh, un reto. ¿Alguien que no me esperaría? – repitió reflexivamente palmeando su labio inferior con el dedo índice. – Dive. –

– De ninguna manera. – respondió instantáneamente haciendo un gesto osco con la boca.

– ¿Por qué no? Es alto, fuerte. – jugueteó la mujer, dándole un empujoncito travieso con el hombro.

– Es policía. – dijo el joven con sarcasmo.

– Es uno de los nuestros.–

– Y un poli. – Claudia le observó con malicia.

– Bien. – repitió volviendo a golpear su labio. – Jonathan. –

– Está herido. – contesto Lonny con desinterés. Como si el sujeto ni siquiera valiese la pena.

– Pero es un chico tan bueno. – protestó ella.

– No es mi tipo. –

– Que difícil eres. Entonces... - sus ojos se abrieron como platas. Un cosquilleo nervioso burbujeó dentro de Lonny. – No será que ese soquete de Leny te tumbó ¿cierto? –

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora