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Jale respiró el cálido aire del jardín sentado a una de las mesas de madera blanca que hacía años estaban dispuestas por todo el lugar. Había pasado una noche agradable. Hacía muchos años pensaba que excluir la palabra sexo de la oración era una idea terrible. Aún así, conversar hasta altas horas de la madrugada y caer dormido junto a un chico que le gustaba podía tener su propio encanto.

Meses atrás jamás hubiese esperado ver a Scott de nuevo. Gran parte de su cambio de carácter fue su responsabilidad. Jale se atrevió a mostrar frente a su madre cuanto le importaba el hijo del jardinero.

A ella no le importó que el fuese joven o que aquel chico fuese su primer amor. Lo envió lejos junto a su familia. Entonces Jale se cerró como una nuez. Fue cuando decidió no volver a mostrar sus emociones. Se encasquilló en aprender a leer a los demás, de forma que el mismo pudiese evadir a otros.

Ahora Scott estaba regreso, su mal humor comenzaba a disiparse. Era consciente de que se engañaba pensando que seguiría siendo aquel niño dulce y noble. Pero al menos lo que veía hasta el momento le agradaba. Su físico era un bonus. No recordaba que fuese atractivo cuando joven. En aquel juego de niños era él el encantador.

Estiró los brazos y piernas desperezándose.

Estaba feliz y en espera de que su acompañante de la noche se le uniese para el desayuno, había asuntos de mayor importancia que rondaban su mente. Desde la noche pasada no tenía noticias de Ance. Ya eran horas de hacer un reporte. Sabía que Lonny era impaciente y por más distraído que estuviese con Morgan era imposible que pasase por alto la ausencia de Ance.

Acomodó la cabeza sobre sus palmas en una pose que le permitía ver el cielo despejado. Era un día bonito. Lástima que tendría que oscurecerlo a propósito. Se levantó del asiento, mirando a su alrededor. Esperaba no demorarse, sabía dónde su padre tenía al sujeto. No era secreto para ninguno de sus hijos que Nicole estaba perdidamente enamorado de aquel hombre. Y en su interior Jale deseaba que solo una noche caliente les estuviese reteniendo.

Uno de los criados de la casa se acercó y Jale le dejó un recado para Scott de que le esperase. Entonces se marchó. Debía moverse con cautela aún en su propia casa. Sabía que los gemelos podían estarle vigilando y no podía permitirse más sospechas. Todas sus acciones fueron por el bien de su familia. Aún así, había llegado a entender que el problema no radicaba en Morgan, sino en Nicole.

Su padre estaba dispuesto a cualquier cosa para estropear al mafioso. Y aunque Jale encontraba sus razones infantiles sabía lo obstinado y pasional que podía ser. Así que estaba dispuesto a darle más de un empujón a su familia con tal de eliminar aquellas dos décadas de conflictos.

Avanzó por el jardín un tanto alejado de los terrenos de la casa. Había cámaras por toda la pared exterior y no deseaba que el encontrasen husmeando. Intentó parecer desinteresado, distraído. Así que se inclinó sobre algún que otro arbusto para oler las flores.

Finalmente llegó junto a las ventanas de la habitación de su padre y para su asombro las encontró abiertas. El viento azotaba las cortinas con fuerza, pero era el único sonido que emanaba del interior.

Una desagradable frialdad caló en su interior. Su instinto le decía que había problemas. Dejó de lado la precaución y se asomó a la ventana.

La habitación estaba vacía. En el suelo había pequeños charcos de sangre y manchas en las paredes. Las puertas blancas permanecían abiertas de par en par y los cuerpos de los guardias estaban tiesos sobre el suelo.

Jale se coló en el interior de un salto. Corrió hacia los hombres inertes para tomarles el pulso. Cuando sus dedos tocaron la vena del cuello maldijo.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora