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Desde el escritorio, Morgan revisaba las fotografías que Ance le enviase. Había un grupo de tres caballos que podrían gustarle a Lonny. Y aunque Ance se inclinaba más por un pardo de pelo largo, Morgan no podía quitarle los ojos de encima al frisón azabache. Lo más cautivante de este animal era la tonalidad azul de sus ojos.

Sabía que no era un rasgo común en los equinos. Ocasionalmente ocurrían este tipo de mutaciones. Y obtenerla en un frisón, cuya principal característica era el oscuro color de sus ojos fue para Morgan como una señal. Verlo desfilar era como observar a Lonny, con su cabello oscuro y sus ojos azules moverse por la mansión.

– ¿Estás seguro de que no tendrá ningún problema de visión? – preguntó acariciándose la barbilla.

– Ya te dije que es un mito. – insistió Ance – Los caballos de ojos azules no tienen ningún problema para ver. –

– Aún así, si puedes revisarlo antes. Quiero estar seguro. – Morgan escuchó a Ance suspirar.

– Entiende que no soy un puto veterinario. – contestó Ance, un tanto disgustado. – Pero veré que puedo hacer. Ellos han de tener un registro con los antecedentes médicos. Te lo enviaré. No te preocupes. –

Morgan se rió por lo bajo. Sabía que a Ance no le agradaba que le comparasen con un profesional. Sin embargo, Morgan no conocía a nadie que comprendiese mejor a los equinos. A veces su amigo dominaba temas que el veterinario de la familia ignoraba. Ance poseía una insaciable curiosidad sobre el asunto, lo que llevó a Morgan a buscar siempre su opinión indiscutible.

Complacido con el curso de la conversación, Morgan dio por concluido el tema. Iba a colgar el teléfono cuando Ance comenzó a hacerle preguntas.

– Tanta insistencia. – comenzó - ¿Significa eso que les está yendo bien a ustedes dos? –

Morgan se mordió los labios. Inseguro de cuanto podía o no decirle.

Ance era su mejor amigo.

Su confidente.

Pero estaban hablando de su protegido.

No era lo mismo que contarle de cualquiera de sus aventuras. De sus romances. Y aunque había realmente mucho que debía confesar, optó por respirar profundo.

– Soy serio con Lonny. – dijo, molesto por lo tensa que le salió la voz.

– Tranquilo – aunque Ance sonaba serio, Morgan captó diversión en su voz. – No estás pidiéndome la mano de mi hija. Yo sé quien saltó primero. –

Morgan dejó escapar el aire que no sabía estaba conteniendo. Percibió sus músculos relajarse y se burló de su propio nerviosismo. Pensamientos de que Ance le culparía por no detener los impulsos del muchacho le habían estado atormentando. Escuchar de su boca que no le atribuía culpa era tranquilizador.

– Aún así, soy sincero. – insistió Morgan.

– ¿No fue eso lo que dijiste la última vez? – la incredibilidad en la voz de Ance le dolió.

Morgan no era tonto. Su amigo tenía pruebas más que suficientes para apoyar su acusación. Y sin embargo, Morgan no estaba dispuesto a permitir que acciones pasadas opacase sus sentimientos actuales.

– Es diferente. – insistió. – Era la primera vez que me sentía atraído por un hombre. Había demasiada lujuria y necesidad. Pero con Lonny es distinto. – hizo una pausa, comprendiendo que no hablaba palabras vacías. – Le conozco, él me compenetra. Por primera vez en mucho tiempo me siento completo. –

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora