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Ance estaba en shock. Tras tantos años con Morgan se jactaba de conocerle perfectamente. Sabía cómo reaccionaba ante una pérdida, ante una aspereza y ante un reencuentro. Pero nunca presencio una reacción como la que Simón acababa de explicarle.

Menos tras la conversación que compartió con el hombre.

¿Qué Morgan puso de lado su orgullo para recoger a Stev? ¿Qué despreció a su actual amante por uno del pasado?

"Ridículo" pensó mientras atravesaba los pasillos de la mansión hecho una furia. Solo lamentaba no estar presente para meterle el sentido al cuerpo a golpes.

En su cabeza podía ver el rostro de Lonny torcerse de dolor y disgusto.

Sabía que el muchacho se tragaría su despecho. Lo que temía eran las represalias.

Simón y Claudia estaban allí, pero por mucho que quisiesen al joven no lo comprendían como Ance. No calculaban cuan obsesionado estaba con Morgan. Ni imaginaban los nuevos niveles a los que habría escaldo su odio hacia Stev.

Pero Ance no podía marcharse. Había comprometido su palabra y su juramento era lo único que evitaba el conflicto aún propenso a estallar.

Con esa idea en mente ascendió por las escaleras del segundo piso. Tenía limitaciones, pero había una carta que podía emplear. Y de tener éxito, podría ser tan ventajosa como la apuesta de Lonny.

Llamó a la puerta. Percibió un murmullo y el sonido de prendas acomodándose. Entonces una figura pelirroja apareció frente a él. Tenía el pelo desgreñado, el rostro sonrojado y los labios hinchados. No necesitaba ser un genio para saber lo que estaban haciendo y sin embargo Jale le sonrió con la frescura de una rosa.

– ¡Ance! – dijo, mirando de soslayo al chico sobre su cama.

La rubia cabellera de Scott se asomaba bajo las sabanas, pero por las pocas prendas dispersas en el suelo, Ance asumió que el chico estaba al menos, parcialmente vestido.

– Lamento la interrupción. – dijo intentando sonar lo más pacífico posible. – Pero necesito hablarte. Ahora. –

– Aaah... - Jale miró a su espalda, inseguro de su acompañante le había escuchado o no. Finalmente se movió fura del cuarto y cerró la puerta a su espalda. – Seguro. ¿Qué pasa? –

Ance suspiró, alborotándose el cabello de la nuca con incomodidad.

– Necesito que Leny vuelva con Lonny. – soltó. Notó que las pupilas del chico se contrajeron.

Sin embargo, Jale se cruzó de brazos y asintió.

– Interesante. – dijo acariciándose la barbilla – dime más. –

El ruido de sus puños hacía eco en el gimnasio

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El ruido de sus puños hacía eco en el gimnasio. Era un estruendo tan potente que todas las miradas caían sobre él. Pero a Lonny no le importaba. Necesitaba descargar su ira, o terminaría matando a alguien.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora