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Trascurrieron un par de días luego de aquella pelea.

Lonny intentó mantenerse lejos de Stev, al tiempo que le aplicaba la ley de hielo a Morgan.

Sabía que su actitud era contraproducente, no quería otro episodio como el del gimnasio. Lonny estaba enojado, pero Morgan era y seguiría siendo el jefe de la familia. Haberle pegado era una gran falta de respeto y el chico no quería insubordinaciones.

Tampoco le sirvió para apartar sus disgustos.

Morgan dejó de bajar a cenar con ellos y se encerraba en su habitación para beber hasta altas horas de la madrugada. Lonny estaba sospechando que se escapaba por las noches al cuarto de Stev. Afrontar la realidad le costaba, así que no revisó las cámaras de vigilancia para confirmar sus sospechas.

Tenía miedo de que fueran reales.

Aquel fantasma le afectaba tanto que delegó en Claudia las comidas de su jefe y se centró por completo en el trabajo.

Específicamente en interrogar a Sofía.

Y no precisamente con los modos dulces en que se les enseña a tratar a las damas. Sino en el método de Ance.

EL que te caga de miedo.

Esa mañana se colocó las vendas elásticas sobre los nudillos y ordenó que la colgaran del techo como un saco. Se dejó el pelo suelto, en un intento de parecer más intimidante.

– Podríamos ahorrarte el dolor si fueras más cooperativas. – le dijo untándose las manos con talco.

La mujer le miró con sus ojos claros llenos de miedo. Forcejeó, pero las cadenas la mantuvieron en el lugar.

Lonny le pegó.

Una.

Dos.

Tres.

Diez veces.

EL cuerpo de Sofía se agitaba como una rama. Lloraba y gritaba.

Los hombres de Lonny desviaban la vista o se marchaban para no presenciar el espectáculo. Pero no Lonny.

Por un instante el cuerpo de la mujer se transformó en el de otro joven enclenque. Viendo ante sus ojos el rostro patético de Stev la pateó. Agregando la fuerzas de sus pies a la tortura. Le agredió hasta que sus nudillos se mancharon de sangre. Solo cuando aquel lindo rostro quedo cubierto de desgarros y moretones, el muchacho se detuvo.

– ¿Sabes Sofía...? – dijo limpiándose con el antebrazo el sudor que resbalaba por su frente. – Si llego a sospechar por un segundo que no vas hablar... - extendió la mano. Jonathan se aproximó y le entregó su propio revolver. Lonny lo alzó en su mano y lo apuntó a la cabeza de la mujer. – comenzaré a pensar que no vale mantenerte con vida. –

Lágrimas resbalaron por el rostro de la mujer. Algunas abrieron un surco en el camino marcado por la sangre. Otras solo le irritaron las heridas.

Lonny quitó el seguro y tiró del gatillo.

Ella gritó.

Luego abrió los ojos. Observándole con incredibilidad.

Sin entender por qué estaba viva.

Lonny le regresó el arma a su subordinado. Sus ojos nunca dejando a la mujer.

– Puedo entender que alguien ame con desesperación – murmuró para que solo ella le escuchase. – Puede existir un aprecio tan grande que haga a uno desperdiciar su vida. Pero yo nunca permitiría que alguien me aterrase tanto, que preferiría morir. – la mujer entrecerró los ojos. Apretó los dientes y Lonny supo cómo se sentía Ance en sus interrogatorios. – Yo le metería un tiro en la frente primero. –

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora