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Los ecos del tacón de Nicole resonaban por los pasillos. Deseaba en vano tranquilizarse los nervios. Podía escuchar el latir de su corazón en los oídos. A pesar de que intentase distraerse acomodándose el traje, el mismo acto se le antojaba absurdo. El haber esperado tanto para tenerlo y que ahora se encontrase a pocos pasos de distancia le resultaba una tortura.

Apenas había podido aguantarse para no salir corriendo.

No deseaba montar un número. Pero temía no poder controlarse.

¿Cómo luciría después de tantos años?

Su voz sonaba oscura por teléfono. Dura, seca. Y sin embargo, había calado en su alma como no pudo el llanto de ninguno de sus hijos.

Se detuvo frente a las grandes puertas de madera.

No percibió ruido en el interior. Tampoco había movimiento de las sombras bajo la puerta. Sabía que lidiaba con un hombre peligroso. Pero en su sabida estupidez Nicole no le temía.

Sujetó el picaporte entre sus dedos y tiró de él.

Sujetó el picaporte entre sus dedos y tiró de él

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Ance le sintió aproximarse.

Nicole siempre fue ruidoso. Al caminar, al respirar, incluso al reírse producía un ruido único. Y aunque en su juventud su proximidad le hacía feliz, ahora le ponía en alerta.

Iba solo. Desarmado.

Ance esperó, viendo su sombra detenerse tras la puerta. Quedó quieto sobre el lecho, percibiendo el peso de los pensamientos de Nicole. Estaba siendo descuidado y para Ance aquello solo podía significar dos cosas.

Seguridad... o estupidez.

Las puertas se abrieron. Y por más que su mente comprendía que aquel sujeto frente a él era el mismo cretino de hacía tantos años, su pecho no pudo más que encogerse ante su mirada. Los ojos de Nicole le observaban con añoranza. Y bajo la extensa gama de sensaciones que los nublaban Ance vio reflejado en ellos el mismo sentimiento de antaño.

¿Amor?

¿Cómo podía aquel tonto amarlo después de tantos años?

Alzó el mentón, respirando lo más profundo que le permitieron sus pulmones. Ance no era un hombre que pensase con el corazón. Menos en medio de un trabajo. Debía mantener la cabeza fría y dejar enterrados aquellos sentimientos que mató hace tantos años.

Desechó el significado de los acelerados latidos de su corazón. Frunció el entrecejo y se alzó sobre sus piernas.

Nicole entró a la habitación. Cerró a su espalda las amplias puertas y mientras lo hacía, no apartó un segundo la vista de Ance. Al hombre le asaltó de inmediato el olor a cigarrillo barato.

El humo siempre le había molestado. Incluso con Morgan tuvo problemas por tamaña cuestión. Consideró afortunado que Lonny consiguiese apartar tal vicio de su amigo.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora