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Lonny se acomodó en el lecho. Las mantas le mantenían protegido de la frialdad que comenzaba a despuntar mientras se acercaban los días de invierno. Sin embargo, la delgadez de la tela no era lo que realmente le mantenía cálido. Sino aquel cuerpo cernido sobre él.

El joven se movió perezoso, reacomodándose en el amplio pecho desnudo de Morgan. El hombre cerró los brazos a su alrededor, envolviéndole en un abrazo protector. Y aunque el movimiento buscaba resguardar su sueño, contribuyó a que abriese los ojos.

Los párpados de Lonny se apartaron perezosos descubriendo la escena montada frente a sus ojos. Desde su salida a comer Morgan se estaba mostrando mucho más atento con él. Como si el bautizo de su relación hubiese provocado un cambio en el hombre. Tal vez se debía a que finalmente le habían puesto un nombre a lo que estaba creciendo entre ellos. Lonny solo sabía que era feliz.

Eran los pequeños detalles lo que le enorgullecía.

Ser capaz de despertarse como ahora, rodeado por los brazos de Morgan constituía el mayor de sus deseos. Ahora hecho realidad. No había nada en el mundo que le complaciera más. Debía levantarse de la cama y retomar sus labores diarias.

Le había costado poco descubrir lo difícil que era librarse del abrazo de oso de su pareja. Incluso dormido, Morgan era fuerte, y su peso muerto era tan productivo como alzar pesas en el gimnasio. Afortunadamente, aprendió como escurrirse. Y aunque lo hacía con dolor en el pecho, tenía mucho por hacer.

Así que se zafó de aquellos brazos musculosos y se apresuró al baño. Si abría la ducha Morgan se despertaría. Debía asearse el mínimo posible antes de ir a su dormitorio y tomar un baño. Debía admitir que tal arreglo no era del todo conveniente, sobre todo en días como aquel, que despertaba tras una noche de intenso placer.

Cuando estuvo vestido y listo llevó a cavo su plan. Estuvo poco en su propio dormitorio tras ducharse. Usando ropas sencillas se apresuró a la cocina y preparó el desayuno. En cada momento del día extrañaba la presencia de Ance. El hombre tenía la costumbre de aparecerse de improviso. Algunas veces le ayudaba a cocinar. Pero desde que partió a su reunión con Nicole no tenían noticias.

Lonny intentaba no pensar en ello. Quería creer que en cualquier momento el teléfono sonaría y escucharía su voz. Comenzaba a perder la fe. Sabía que era imposible que derrotaran a Ance con facilidad, pero el tipo no era inmortal.

Decidió centrarse en su cocina. A sabiendas que no debía mostrar debilidad. Terminó de cocinar y comenzó a servir la mesa.

La primera en llegar fue Claudia con los niños. Los dejó sentados en sus sillas y se apresuró a ayudarle con el mar de platos. Simón se apareció al poco rato y cuando Lonny prosiguió a tomar asiento, apareció Morgan.

Aquel era otro de los puntos buenos de su nueva relación. Morgan estaba retomando la costumbre de estar presente en las comidas.

Los niños se emocionaron al ver a su tío. Como ocurría cada mañana después de aquella cita. Morgan alzó a la niña en sus brazos y la colocó en su regazo, obteniendo un puchero del pequeño.

– Vamos, vamos – le tranquilizó su madre. – El tío no puede con los dos a la vez. – dijo Claudia con una sonrisa radiante.

Por cuestiones como aquella, la mujer comenzaba a aceptar la relación de ambos. Decía que su hermano estaba más feliz ahora que en toda su vida y Lonny quería creérselo.

Deseaba pensar que el cambio era por su causa. Y sin embargo, él siempre vio a Morgan como un hombre de familia.

– ¿Quieres que te cargue yo? – le preguntó al niño. Obteniendo como respuesta un puchero y las manitas extendidas.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora