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Despertó para hallarse solo en la cama. Y aunque normalmente prefería tales condiciones quedó confundido. A Lonny le gustaba probar sus nervios, así que se quedaba hasta después de que despertase. Tenía la decencia de fingirse dormido hasta que Morgan entrase al cuarto de baño. Entonces se levantaba y le preparaba la ropa antes de marcharse. Tal vez por eso Morgan estaba tan sorprendido.

Recordaba que la noche anterior no habían tenido relaciones. Lonny estaba deprimido por la muerte de Clay y su estado le conmovió al punto de querer consolarlo. El propio recuerdo hacía su pecho temblar con preocupación.

No comprendía del todo tal cambio en sí mismo. Pero el hecho de que no había siquiera probado la comida de la bandeja le puso ansioso. Tal vez debió haberlo pensado mejor. Lonny era quien traía su comida u ordenaba su desayuno. Nunca habían realmente desayunado juntos. El chico de por si jamás comió en su presencia o tocó su comida. Gran parte por su propia culpa. Morgan prefería comer en sus aposentos o la oficina.

El hombre se sentó en la cama. Había actuado torpemente. Demasiado acostumbrado a las mujeres con que acostumbraba salir y de las que Stev no se diferenció mucho. Pero Lonny no era como ninguno de sus acompañantes anteriores. Y eso tendría que recordarlo. El muchacho era como un lobo hambriento que le perseguía. Había estado acosándolo por un par de semanas, ansioso por despertar cada día en su cama. Y ahora no estaba.

"¿Dónde se habrá metido?" pensó.

Alzó la vista a su reloj de pared. Lonny tenía un horario que cumplía estrictamente. Morgan no conocía gran parte de él, pero había horas en las que sabría sin duda su ubicación. Tal fue su sorpresa al descubrir que pasaban del mediodía.

"Mierda" pensó.

No solo se había quedado dormido, sino que había perdido la oportunidad de verle en las cocinas. Una idea se le ocurrió. Se movió al borde de la cama y destapó la bandeja que ordenase la noche pasada.

Como esperaba, la comida estaba caliente. Al parecer Lonny había cambiado los platos. Morgan pensó que incluso cuando estaba deprimido ese muchacho no podía dejar de cuidar de él.

Se levantó de la cama y se metió en el baño. Se apresuró en asearse y vestirse. Comió poco de esa comida... pero quería verlo. Comprobar que se encontraba mejor después de la noche pasada.

Creía que podía estar en su oficina para dejarle el papeleo sobre el escritorio. Así que se calzó y abandonó la habitación.

Atravesó al pasillo a pasos acelerados. No se dio cuenta de su velocidad hasta que se vio frente a las puertas de su despacho. Suspiró, intentando disminuir su ansiedad. Recordó su pelotita de goma. La que Lonny le dio como intercambio de sus tabacos. Creía haberla guardado en el primer cajón de su escritorio. Tenía que recuperarla, le sería útil en momentos como esos.

Agarró la manilla y abrió la puerta. Peor la persona que encontró dentro no era quien buscaba.

– Te estaba esperando – le dijo Ance sentado en su silla. Le observó con sus ojos claros a través de los finos espejuelos y por alguna razón aquella mirada preocupó aún más a Morgan.

Ance no solía ponerse lentes. Odiaba el trabajo de oficina. Por eso era que Lonny se encargaba de los papeles. Para Morgan aquellos lentes eran casi una burla. ¿Cómo puedes dispararle a las alas de una mosca sin matarla y no puedes leer las líneas de un papel?

Sin embargo, Morgan no era fanático de discutir con Ance. Le quería como un hermano y le tenía en muy alta estima. Así que era uno de los pocos que podía darse el lujo de manejar sus asuntos. Cerró la puerta a su espalda. Caminó hasta las sillas colocadas frente a su escritorio y se dejó caer en la que se hallaba más próxima a Ance.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora