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No era la primera vez que Scott veía a Lonny. Tras su primer encuentro en el bar, el hombre le veía como una amenaza. Ahora mientras permanecía sentado en el sofá de la oficina, intentaba relajar la mandíbula para no rechinar los dientes.

Le molestaba ver a su novio ser tan zalamero con otros. Aún tenía claro en la memoria como se restregaba contra su cuerpo como una zorra acalorada. A Scott poco le importaban sus razones. Ya fuera para obtener información o para ganarse su confianza, pensaba que Jale llegaba demasiado lejos. Por eso le pidió a Nicole que le dejase acompañarle.

Scott admitía que se sorprendió cuando Ance no opuso resistencia. Contrario a Jale, quien trató de convencerle. Pero a Scott poco le importaban sus razones. Si él estaba presente, Jale no se restregaría contra piernas ajenas.

Mientras le escuchaba explicarle a Lonny que Scott era un subordinado de Nicole, observó al muchacho dirigirle una mirada severa. Con sus profundos ojos azules parecía advertirle que no era bienvenido.

"Si las miradas mataran" pensó Scott sin poder evitar mandarle una sonrisa picarona de regreso. Su gesto hizo a Lonny fruncir el entrecejo.

"Lo admito" Scott amplió su sonrisa "El sujeto es apuesto".

Por supuesto que Lonny no estaba conforme con su presencia. Que Ance no se negara pareció sorprenderle tanto como a Jale. Lo que no contribuyó en que confiase en él. Scott le vio levantarse de su escritorio y caminar hasta estar a pocos pasos de él.

– Da igual el motivo de tu presencia. – anunció Lonny con una voz ronca – Leny estará vigilándote en todo momento. No puedes deambular solo por la mansión y permanecerás desarmado. –

– Por supuesto – contestó Scott, sus ojos pegados permanentemente al azul de los iris de Lonny.

Metió la mano en su chaqueta y le entregó su revólver. Lonny se lo quitó de las manos con prisas, como si esperase que se arrepintiera. Pero Scott solo torció su sonrisa.

Lonny regresó a su mesa y colocó el arma sobre un montón de papeles. Entonces actualizó a Leny sobre sus logros y hallazgos. Curiosamente, lo más intrigante para Scott fue el amante de Morgan. Era un cotilleo demasiado jugoso, que no comprendía por qué era introducido en aquellas circunstancias.

Al menos hasta que Lonny le asignó a Jale su misión.

– Quiero que te le pegues. – explicó el muchacho – Preferiría que no advirtiese tu presencia. Sé que eres capaz de hacerlo. ¿Crees que puedas con dos asignaciones? –

Con la última pregunta los ojos de Lonny volvieron a caer sobre Scott, pero él no desvió la mirada.

– Claro que puedo. – se vanaglorió Jale. – Solo me das tareas sencillas. En serio que me mimas mucho. ¿Qué pensarán los otros? –

Lonny rodó los ojos. Scott podía ver la sonrisa en sus labios. Y sin embargo, la sombra de disgusto parecía permanentemente pegada a sus fracciones. El hombre sabía que no era por su causa. Nada más llegar había sido testigo de sus malas pulgas. Algo debía estarlo causando, pues Jale no presionaba botones de un perro que podía morderlo.

Poco después, Lonny los despidió, enviándoles de camino a su recién adquirida misión. Mientras avanzaban por los pasillos, Jale entrelazó sus dedos con los suyos. Scott alzó la vista, viéndole con una gran sonrisa en el rostro.

– Gracias por darle tu arma. – le dijo con suavidad.

– No es la gran cosa. – contestó Scott, devolviéndole la sonrisa.

Con dulzura, apretó los dedos en su mano. Mientras seguía a su novio por los pasillos su mente no estaba centrada en lo que le rodeaba, o el camino que debía seguir. Sino en lo que pensaría Jale si supiera de los otros revólveres ocultos en su cuerpo.

La Tortura de LonnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora