Papaya

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—¡Andrew, baja de ahí, te va a morder el perro! — exclamó con tono alarmado el castaño, estaba preocupado por lo caro que le iba a salir la cuenta del hospital si el rubio hacia otra de sus estupideces.

—Tranquilo, Joshi, voy a traer esa papaya para desayunar.

El mexicano solo suspiró derrotado y se decidió a ver la tremenda masacre que ocurriría frente a sus ojos.

El rubio estadounidense ya tenía la papaya en sus manos, no era muy grande, pero se veía coloradita y jugosa; solo un poco más y todo hubiera salido de maravilla.

—¡Hey, Ale!, ¿qué está haciendo Andrew arriba del muro que divide la casa de los vecinos? — preguntó el pelirrojo mirando extrañado a su primo y rezando internamente por que el perro no lo alcanzara.

—Robando una papaya, Caden, robando una papaya.

El estadounidense comenzó a tirar del fruto para cortarlo, mas este no cedía, cosa que le obligó a tirar hacia abajo con más fuerza, ¿el resultado?, el perro lo agarró de las posaderas y logró jalarlo abajo para continuar mordiéndolo.

—¡Ah!, ¡chicos, ayuda, me están matando! — Chillaba mientras corría con los pantalones ya rotos por todo el jardín trasero de los vecinos mientras el dóberman lo seguía embravecido para continuar propinándole mordidas.

El mexicano solo miró al canadiense y juntos partieron a la calle de atrás a negociar con el vecino para que dejara salir al rubio antes de que el perro lo dejara más mordisqueado que a un juguete de goma.

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