NIGHTCRAWLER

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—An, tomemos un descansito, ya me duelen los pies. — suplicó México.

—No, debemos encontrarlo y ya casi amanece. — declaró el americano con enfado.

Mauricio miró con aburrimiento a su amigo y solo suspiró.

—¿Y por qué debemos encontrar a un nightcrawler?, digo, son criaturitas inocentes que no dañan a nadie.

—Porque yo no tengo uno y es mi deber tener en mi casa un ejemplar de cada especie de mi territorio. Ahora, vamos. — zanjó el tema el rubio para continuar con su camino por el bosque.

Mauricio suspiró y luego acarició con ternura la blanca cabecita de la cría de nightcrawler que los venía siguiendo desde hace media hora.

La pequeña criatura fijó sus enormes ojitos negros e interrogantes en los orbes marrones de la nación visitante.

—Solo le damos veinte minutos más para hacer sus pendejadas y luego nos vamos a casita, ¿bien?

Ante la propuesta la cría lanzó un sonidito de aprobación y continuó caminando al lado del mexicano. 

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