Entrevistando a Andrew.

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Andrew entró enfurruñado a la sala de entrevistas, odiaba que no pudiera estar junto a los chicos en esas circunstancias... malditos mocosos chismosos.

Se sentó frente a la mujer rubia de ojos verdes que estaba sentada tras el escritorio, único mueble en la sala a parte de las sillas.

—Buenos días, Estados Unidos de América, le agradecemos por tomarse el tiempo de colaborar con nuestra investigación. — dijo con una gran sonrisa.

—Sí, sí, como sea, al grano con esto. — replicó de mal modo y apresurado.

—Muy bien, primera pregunta: ¿Cómo define su relación con su vecino del sur?

Los ojos azules de Andrew miraron con sospecha a la mujer frente a él.

—Es buena, nos llevamos bien, contrario a la creencia popular. — su tono fue bajo y amenazador.

—No es necesario mentir o guardar aparien- ...— decía la mujer.

—¡No te atrevas a insinuar que sabes más de mí que yo mismo, niña tonta! — exclamó con furia. — no me hagas echar todo tu estúpido trabajito abajo. — terminó con asco.

La rubia sudó frío ante tal demostración de seguridad y autoridad.

—B-bien... segunda pregunta: ¿Cuál es su postura frente al racismo?

—¿por qué no me sorprende? — soltó sarcástico. — no soy racista, al contrario de lo que creen, racistas pueden ser mis habitantes, pero no yo en sí.

—¿Cómo es eso?

—Mira niña, las naciones somos un reflejo de la historia y los sentimientos que han habitado nuestra extensión territorial, si mis habitantes son racistas muy su problema, lo que a mí me pasa es que me siento incómodo con otros o simplemente su presencia me irrita, es... como asco, pero no un asco político ni ideológico.

—¿Qué clase de asco es?

Andrew lo meditó un poco antes de decidir que era mejor decirlo directamente.

—Un asco natural, como el que te da cuando hueles algo feo, cuando tocas basura o cuando algo que comiste te hace mal, esa clase de asco... pero no me pasa con todos, aclaro.

—¿Con quienes no le pasa?

—Con México, con Puerto Rico, con Colombia... creo que Brasil también es muy pasable y hasta cierto punto agradable, aunque no tanto como Puerto Rico y Mex.

La mujer asintió y escribió en su libreta algunas cosas.

—Muy bien, Estados Unidos de América, tercera pregunta: ¿Cómo es su relación personal con Reino Unido?

—¿Con la perra esa?, normal, creo... al menos nos toleramos y tenemos buenas alianzas.

—¿Sus diferencias les impiden estar juntos mucho tiempo?

—Sí, supongo... la verdad llegaremos a un punto donde él me ignora, yo me enojo y todo el sitio termina en llamas de una manera u otra... así que no nos dejan sin supervisión más de veinte minutos... es una molestia la verdad.

—¿Hay algo que los una de forma actual, más allá de comercio, idioma o lazos históricos?

—Sí.

—¿Qué cosa?

—La cama de Mex.

La mujer quedó anonadada, ¿en serio había dicho eso o ella escuchó mal?

—¿Perdón?

—Ambos nos acostamos con Mauricio, niña, a eso me refiero, no es gran ciencia adivinar lo que quiero decir. — gruñó.

Ella asintió.

—Correcto... bueno penúltima pregunta: ¿Cómo define su relación con Canadá?

—Buena, igual que con Mau, solo que con la asombrosa libertad de insultarnos y agarrarnos a golpes por cualquier estupidez.

—Bueno, última pregunta: ¿Cómo describiría la relación del bloque?

—Somos como una familia, creo... o lo que ustedes pueden considerar familia.

—¿Puede explicar?

—Estamos juntos todo el tiempo, nos peleamos hasta por que una mosca pasó volando, nos molestamos, enojamos e insultamos entre sí pero que alguien más no se atreva a hacerlo o lo molemos a golpes, bueno, yo lo hago... todos tenemos un rol y un lugar inamovible, es eso.

—¿Y qué dice sobre su lugar "dominante" en el bloque?

—Solo soy el líder, los chicos lo entienden y lo aprecian, no tienen problema con ello.

—¿Seguro?

—Lo estoy, ahora me largo. — dijo levantándose airoso de la silla.

—Tal vez está segado. — insistió la mujer.

—La única ciega aquí, eres tú niña. — replicó antes de salir, sintiéndose enojado.

Su ira se volvió preocupación al ver a México sentado en suelo frente a la puerta con la mirada perdida.

—¡Joshi! — chilló.

Se acercó corriendo y sacudió al castaño con ahínco hasta que reaccionó.

—Estuvo intenso... — fue lo que le dijo apenas reparó en él.

—Esos metiches... —refunfuñó.

Algo tenía claro Andrew: las futuras peticiones de entrevistas serían tajantemente rechazadas.  

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