Artificial (especial 1/5)

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Andrew miraba con aprehensión a los tres locos que tenía enfrente y que de lo único que se ocupaban era de matarse con la mirada mientras el caos afuera crecía.

Reparaba en las facciones de cada uno mientras sudaba frío, sea lo que sea que esos eligieran iba a definir su futuro...

Primero miró al rubio varón de ojos amarillos y pupilas semejantes a las de un reptil, su mirada era peligrosa, se le notaba el disgusto porque algo se le estaba saliendo de sus preciadas manos, la cara no reflejaba emoción o sentimiento alguno, incluso había aprendido a mantener el brillo de sus ojos a un nivel muy bajo para que no se notase la ira que hervía en su interior.

Luego sus ojos se posaron en el muchachito de ojos multicolores, tranquilo, pero mostrando una sonrisa que le helaría la sangre a cualquiera, miraba aleatoriamente a todos en la sala, evaluando el momento perfecto para sacar a relucir los secretos de uno o de otro para dar inicio a una nueva guerra campal que probablemente cobraría miles de vidas si nadie jugaba sus cartas de manera correcta.

Por último, estaba su amadísimo príncipe, aquel varón de vestiduras largas y unos ojos tan maravillosos de color oro, sus facciones finas y amables no se hallaban ni un poco tensas, la corona reposaba en su cabeza con una naturalidad aplastante, era sin duda como ver a la libertad en persona.

El caos y desorden reinaban todo afuera, tal parecía que ahora sí se las habían arreglado para que todo se saliera de control.

—Te recuerdo que si intentas algo como eso reaccionarán muy mal... solo por si creías que lograrías algo con ello. —Comentó simple el príncipe libertad, como Andrew adoraba llamarlo.

—¿Acaso me ves cara de estúpido? —Replicó el de orbes amarillo, viborita era el apodo que le dio el americano.

—Tú nunca piensas, realmente me estoy planteando que no tengas materia gris en el cerebro. —Dijo ahora mariposa.

No, Andrew no sabe el nombre de sus logias y no le interesa saberlos realmente, solo su príncipe libertad le ha dicho su nombre y le ha permitido el llamarlo de esa manera; en cuanto a los otros dos la convivencia es nula, viborita ha gobernado y mantenido control del poder ya una buena temporada, pero pasa de largo de él, y mariposa solo aparece cuando le conviene, cuando cree que habrá un caos o una pelea completamente divertida.

Si no es porque se ganó su puesto como una logia de resistencia hace a penas cincuenta años, lo habría culpado de la guerra de secesión.

Para ser sincero, Andrew se sentía fatal, no porque sintiera el rencor o la angustia de su gente, era más bien porque no sentía nada en absoluto...

Nada, ni una molestia, ni una irritación, ni un leve dolor, ni una tristeza...nada, y eso era aterrador.

"¿Qué clase de monstruo soy?", pensó.

Tal pareciera que su príncipe conociera el rumbo de sus cavilaciones, puesto que volteó a verlo y le dedicó una de sus más radiantes sonrisas, luego con voz suave añadió:

—Mi bebé, esto tardará y debes estar muy estresado, ¿por qué no vas con ellos y descansas de esto un rato?, te hará bien.

Tan solo asintió antes de dirigirse a la puerta y salió lo más rápido posible, sabía que tener esos pensamientos frente a ellos era bastante peligroso.

Caminó por las calles llenas de caos y desorden, miraba una patrulla volcada en llamas al otro lado de la calle, nadie notaba su presencia y entonces tuvo el impulso de reír.

Era una risa pequeña, bajita, discreta, seguro nadie la oía, pronto lágrimas resbalaban por sus mejillas, haciéndolo sentir vacío y solo.

Lo había olvidado de nuevo, tanto tiempo al lago de Josh que su mente decidió imitar muchos comportamientos de manera inconsciente, reír, llorar, preocuparse, sufrir por sus ciudadanos.

Por poco y en serio se hubiera creído que se marchaba por lo indignado que estaba con sus logias por no respetar su entera dignidad...

El llanto callado pronto se convirtió en alaridos desesperados y el aceleró el paso, ahora varios volteaban a verlo y hasta incluso unos pocos intentaban darle alcance por creer que estaba herido.

Era un idiota, esos hermosos fantasmas de emoción y sentimiento, como lo que tenía justo ahora, eran un regalo directo del mexicano, quien con mucho gusto le había permitido tomar sus emociones cuando las necesitara por medio del lazo.

<<Me encantaría que pudieras sentir tanto como yo lo hago... por eso, en el lazo, nuestro vínculo... voy a dejar que las tomes, sé que es tu más grande deseo... feliz cumpleaños, Jammie.>>

Era un idiota por creer en esos dulces cuentos de hadas en los que si los muñecos eran buenos podían convertirse en humanos de verdad...

Se dejó caer de rodillas, soltando el grito más desgarrador que la ciudad hubiera oído jamás, se puso en posición fetal y comenzó a golpear el suelo a la par que más lágrimas se derramaban.

Era un estúpido por pensar que con ayuda de México se convertiría en una nación de verdad...

A veces ser una nación artificial, sin sentimientos o emociones, sin empatía o amor a su gente, era lo que Andrew más odiaba sobre sí mismo.

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