Rumores y causas

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Mis padres, mi hermano y yo vivimos en una pequeña casa a algo más de cuarenta minutos a pie de la zona comercial, en una zona donde la mayor parte de la población se dedica a la pesca, ya sea con redes, con cañas desde los acantilados o saliendo a mar abierto en barco, como mi padre.
A veces me encantaría vivir en una de esas casas grandes y pulcras que tienen los comerciantes, sin tener que compartir habitación con Bryce, pero entonces recuerdo como es el vivir frente al mar y soy consciente de que lo compensa todo.
Podría decirse que casi vivimos en el mar. Vivimos tan cerca que cuando llueve mucho la marea sube hasta los pies de la fachada trasera de casa e incluso algunas olas golpean levemente la pintura blanca destartalada. A veces, cuando me quedo dormido escuchando el sonido de las olas golpeando con fuerza contra las rocas, tengo la sensación de vivir en un barco y sé que no soy capaz de imaginar una vida lejos del mar.

— Hola.— saludo cerrando la puerta de casa.

— Vaya, pensaba que te habías escapado.— bromea mi madre desde la cocina.

— Era la idea — me acerco a ella mientras se seca las manos con un trapo — Pero he visto que era la hora de la cena y he pensado que escaparme podía esperar.— bromeo. Ella me da con el trapo en el hombro.

— ¿Ah, sí? — dice fingiendo estar enfadada — Pues escápate a poner la mesa, que está muy aburrida esperándote.

Cubro la pequeña mesa en la que comemos con un mantel azul oscuro. Estoy colocando los platos cuando Bryce, con el pelo húmedo de la ducha, baja las escaleras del piso de arriba y evita de un salto los dos últimos escalones.

— Me encargo de lo que queda.— por su tono de voz no podría estar más contento.

Mientras Bryce termina, ayudo a mi madre con lo poco que queda por hacer en la cocina. Como mi padre aún no ha llegado y siempre le esperamos para cenar porque es el único momento del día en el que nos juntamos los cuatro, aprovecho para subir a ducharme, buscando algo de tranquilidad para poner en mis ideas en orden.

Respiro hondo cuando el agua de la ducha me da en la nuca. Cierro los ojos y me paso las manos por el pelo. Nada de lo que ha dicho ese chico era verdad. ¿No? No. Es Bryce. Mi hermano. El mismo que no dejó de decirme las ganas que tenía de que entrara en la academia cuando yo aún no tenía edad para ello. El que me aconsejaba cuando una disciplina me resultaba complicada. Mi hermano, el que me tranquilizó y resolvió todas mis dudas cuando tuve mi primera cita, el mismo que de pequeños me contaba historias hasta altas horas de la madrugada porque no lograba conciliar el sueño.

Es Bryce, es mi hermano mayor, y pase lo que pase, siempre será eso.

El ruido en el piso de abajo me saca de mi ensimismamiento. Estoy seguro de que ha llegado mi padre. Cierro el grifo, me visto tan rápido como puedo con ropa limpia y corro escalera abajo.

— Felicidades, Bryce. — mi padre sujeta a mi hermano por los hombros mientras le mira con orgullo — El Distrito 4 tiene suerte de poder tenerte como tributo. Ya estamos orgullosos de ti.

Cuando me ve, mi padre suelta su brazo de los hombros de Bryce y me revuelve el pelo con la mano.

— Y a ti — me dice — te esperamos el año que viene.

Yo asiento y sonrío aunque sus palabras solo hacen que me sienta peor. Si me presento otro año seré "el hermano de" o "el que ganó porque su hermano es vencedor y seguro que le ayudó más que a nadie". Nunca se reconoce el talento de las personas que consiguen algo detrás de los miembros de su familia.

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