Líderes, elitistas y redes

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El gimnasio donde tiene lugar entrenamiento me recuerda bastante a la planta principal de la Academia, la diferencia es que esta está bajo el nivel del suelo y que todas las disciplinas están distribuidas en distintos puestos en la misma planta.
Antes de empezar nos hacen reunirnos a todos formando un círculo, momento que los profesionales aprovechamos para reagruparnos. Cuando estamos todos, la entrenadora jefe nos explica los horarios de entrenamiento, las normas y las diferentes disciplinas que debemos entrenar.

Para nosotros, como profesionales, esto no supone ninguna novedad ya que este tipo de reuniones se hacen en las Academias todos los días antes del inicio de los entrenamientos, además, aunque estas instalaciones son mucho más modernas, no dejan de tener el mismo funcionamiento. Miro de reojo al resto de tributos mientras la entrenadora continúa. Esto es totalmente nuevo para ellos y por las caras de la mayoría y su forma de mirar de un lado a otro, está claro que están bastante asustados.
No puedo evitar sentir algo de pena por algunos de ellos, como la chica pequeña con gafas del Distrito 5, que mira con aprensión la colección de espadas y lanzas colocadas en la pared, pero a la vez me alegra confirmar que la verdadera competencia por la victoria está entre los profesionales.
Tras la charla de la entrenadora, tenemos total libertad para elegir que disciplina queremos practicar y aunque me encantaría poder separarme del resto del grupo de profesionales y entrenar por mi cuenta, me quedo con ellos y participo en la actividad que han elegido, las lanzas.

Para mi sorpresa, junto a las lanzas y espadas, me fijo en un tridente plateado con un diseño bastante diferente al que estoy acostumbrado. Este parece más afilado, a la vez que ligero y aerodinámico. Siento el impulso de acercarme y cogerlo para comprobar si no me equivoco pero sería demasiado imprudente. Si los profesionales me vieran daría lugar a demasiadas preguntas.

— Eh, Finnick. — Lartius me sonríe y me entrega una lanza — Prueba tú, espero que seas mejor que Heriot.— dice mirando al chico del 2. Pese a que parecía muy seguro de su habilidad compitiendo con Lartius por ver quien era capaz de acertar en el muñeco que hay al fondo, la lanza se ha quedado clavada a mitad de camino.

— Bueno. — respondo sonriendo mientras cojo la lanza — Soy bastante mediocre en esto pero si me lo pides así.

No soy mediocre. Lanzar las lanzas no es muy diferente a lanzar el tridente, lo único que cambia es el peso y la fuerza que tienes que emplear al hacerlo. No suelo utilizarlas, solamente cuando no hay más opción, pero gracias a la práctica con el tridente sé exactamente como tengo que hacerlo para acertar. Me coloco en la línea dibujada en el suelo, apunto a la cabeza del muñeco y no lo pienso más antes de lanzar.
Lo que hace unos segundos era una lanza de un ligero metal se convierte en un arma mortífera que, como esperaba, se clava con fuerza en la cabeza del muñeco.
Algo así en la arena acabaría con la vida de mi contrincante tan rápido que apenas se daría cuenta.

— ¿Has dicho que eras mediocre?— Lartius se rie y me da un codazo como si fuéramos amigos. Le devuelvo el golpe solo para imitar su actitud amistosa aunque estoy seguro de que la rabia debe estar quemándole por dentro. No me gusta nada el chico del 1 y no hay nada que pueda hacer para que deje de verle como uno de los rivales más peligrosos pero, por el momento, seguirle la corriente es lo mejor que puedo hacer.

Heriot hace un comentario sobre la suerte del principiante, y, aunque intenta que suene como una broma, por la forma en la que aprieta los dientes veo que su orgullo no podría haber quedado más herido. Aún así, creo que le vendría bien un poco más de humillación.

— No te preocupes, a lo mejor lo consigues al cuarto o quinto intento pero fingiremos que lo conseguiste a la primera, aunque ya no podamos decir que sea gracias a la suerte del principiante. Sería gracias a la suerte de poder acercarte el objetivo, más bien. —le suelto con una gran sonrisa. Los ojos castaños de Heriot me lanzan una mirada tan llena de odio que estoy seguro de que me está viendo como el objetivo más cercano, pero no me importa lo más mínimo. Esta es mi venganza personal hacia él por apoyar a Lartius en su idea de excluirme de la alianza.

Los Juegos De Finnick Odair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora