SEGUNDA PARTE: Vigila tu espalda

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Finnick... Finnick...

Alguien dice mi nombre en la distancia. Y, aunque poco a poco cada vez soy más consciente de que alguien me llama, no me siento capaz de abrir lo ojos.

Finnick... Finnick, despierta. Tenemos que irnos.

Entreabro los ojos con mucho esfuerzo para distinguir la silueta borrosa de mi madre, sentada junto a mi en el borde de la cama. Estoy tan adormilado que se me escapa un gruñido antes de poder hablar.

— ¿A dónde? — pregunto volviéndome hacia ella. Aunque está tan borrosa que no soy capaz de distinguir sus facciones sé que está sonriendo.

A la arena, cariño. Están todos esperándote, justo como tú querías. — dice. Entonces, cuando acerca una de sus manos a mi rostro, distingo que tiene la palma de la mano llena de sangre.

Me incorporo de un solo movimiento, con los ojos muy abiertos e hiperventilando. Me restriego los ojos con fuerza ante la atenta mirada de Ananda, que me mira asustada y la boca ligeramente abierta.

— Finnick ¿Estas bien? Siento haberte asustando. Llevo un rato llamándote pero no te despertabas.

— No pasa nada. — consigo decir, aunque sofocado. — Estoy bien. Solo ha sido una pesadilla. Estoy bien.

Ananda me acerca un vaso con agua y bebo con ansiedad hasta terminármelo. Respiro hondo sujetando el vaso con fuerza entre mis manos para reparar en las de Ananda, que me mira con el ceño ligeramente fruncido. Las palmas de sus manos van teñidas en un degradado magenta que se funde con su piel al llegar a la muñeca. "Ha tenido que ser eso" me digo "Al estar medio dormido me ha parecido que era sangre."
Cuando la conocí creí que sus manos le daban un toque elegante pero ahora no puedo evitar pensar que están cubiertas de sangre y la sensación de rechazo que me produce es inevitable.

Cuando me recupero, Ananda me insta a salir de la cama y me da una túnica sencilla para que me vista. Me dice que un aerodeslizador nos recogerá en la azotea para llevarnos a las catacumbas, bajo la arena, donde terminará de prepárame para Los Juegos.
En la azotea, el aerodeslizador surge rápidamente de la nada entre los rascacielos del Capitolio, cosa que agradezco, ya que pese a que estamos en julio todavía no ha amanecido y el aire es demasiado fresco para la tela ligera de la túnica.
Dejan caer una escalera de mano y en cuanto me agarro a ella una leve corriente eléctrica me paraliza, pegándome a la escalera y subiéndome al aerodeslizador. Sigo paralizado por la corriente cuando una mujer con una bata blanca se acerca a mi con una jeringuilla.

— Hola, Finnick. Esto — levanta la jeringuilla — es tu dispositivo de seguimiento. En cuanto te lo ponga cortaremos la corriente. Es más fácil así, necesitamos que estéis muy quietos.

Siento un dolor agudo en el antebrazo cuando la mujer introduce un minúsculo dispositivo metálico en el interior. Después mira a una pantalla y se enciende una luz verde, indicando que está bien puesto y que ya estoy completamente localizable para los vigilantes. La corriente se corta y suben a Ananda.
Un chico avox nos lleva a una habitación donde han servido el desayuno y, pese a la horrible sensación que he tenido al despertarme y a que estoy de los nervios, como todo lo que puedo mientras miro por la ventana mientras sobrevolamos el Capitolio.

El viaje es más largo de lo habitual, o al menos eso asegura Ananda al ver que llevamos más de una hora en el aerodeslizador aunque lo agradezco, ya que he podido comer hasta hartarme. Llega un momento en el que se oscurecen las ventanas y Ananda celebra que por fin hayamos llegado al estadio. Tras aterrizar, bajamos del aerodeslizador por un tubo metálico que da a las catacumbas y seguimos las instrucciones que nos dan para llegar a la sala que me han asignado para que me prepare.

Los Juegos De Finnick Odair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora