Se muere por volver

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El silencio que se apodera de la Cornucopia tras la muerte de Bethyna resulta ser más sobrecogedor que sus gritos suplicando por su vida. Es extraño como en menos de un minuto hemos pasado de eso a una sensación de calma tan tensa como inquietante, que no hace más que aumentar mi sensación de vulnerabilidad.
Sin que nadie diga nada, Lartius agarra a Bethyna por los tobillos y la arrastra fuera de la Cornucopia, no sin antes hacer un comentario sarcástico muy desagradable, preguntando si el aerodeslizador recoge basura además de cadáveres, a lo que ninguno respondemos.

— ¿Qué te ha pasado en la cara? — me pregunta Jade intentando sonar neutral, aunque sus ojos verdes estudian mi rostro con suspicacia. — ¿Eso en tus brazos son... quemaduras?

Sí, sí que lo son. La lluvia ácida me ha derretido totalmente las mangas de la chaqueta y ha dejado al descubierto un montón de quemaduras muy rojas que me recorren los brazos. Me llevo la mano al pómulo izquierdo, justo al lugar en el que me golpeó Lartius hace un rato. Si Jade lo ha notado es que debe de estar poniéndose morado y la verdad es que ahora que me fijo me duele bastante, casi más que las quemaduras. La lluvia ácida y la lucha con Lartius me parecen lejanas, como si hubieran ocurrido hace mucho tiempo o en una realidad distinta a esta, pero el calor que me desprenden se encargan de recordarme que la pelea ha ido más que en serio y que podría volver a repetirse en cualquier momento.

— Ah, nada. — digo mirándola fijamente a los ojos. Lartius aún está fuera con el cadáver pero no pienso contar nada delante de los demás — Me he caído.

Jade alza las cejas para después adoptar ese gesto tan suyo. Dirijo una mirada rápida a Lartius y después vuelvo a mirarla a ella, que asiente ligeramente. No necesito más para saber que entiende perfectamente que ha pasado.

— Ya. Pues deberías ponerte un poco de agua, se te está hinchando.

Lo mejor sería poner hielo cuanto antes pero en su lugar tendré que apañarme con el agua. Cojo una venda del contenedor en el que está el botiquín y la mojo con el agua de la lluvia que mi compañera ha recogido con ayuda de Sylk. No debería utilizarla para esto, ya que si la tratamos con las pastillas potabilizadoras podremos bebérnosla, pero salir a cogerla de la zanja que rodea la Cornucopia implicar volver a encontrarme con Lartius y quién sabe como podría acabar. Poner distancia de por medio entre nosotros no me asegura nada, pero por algún motivo me siento a salvo en la Cornucopia y aún más con Jade cerca. Ella no permitiría que Lartius me atacara.

Me siento mientras me aprieto la venda mojada contra la cara y en cuanto lo hago Jade se deja caer delante de mi, sujetando una venda húmeda con su mano izquierda. Me pide que me quite lo que queda de la chaqueta, que ha quedado inutilizable, y en cuanto lo hago me agarra del brazo para apretar poco a poco la venda húmeda en cada quemadura. Me duele muchísimo pero sé que si no lo hace será todavía peor en unas horas, así que aprieto los dientes y cierro el puño con más fuerza alrededor de la venda que me sujeto contra el pómulo golpeado.
Cuando termina con el brazo, Jade me hace darle el otro así que cambio de mano para seguir manteniéndome la venda presionada contra la cara. Por suerte, este no tiene tantas quemaduras, y aunque me duele no es tan horrible como el otro. Observo el rostro de Jade, concentrado en mis heridas, mientras intenta curarme sin que se lo haya pedido. La cara le ha adelgazado tanto que ahora tiene las mejillas huecas además de unas ojeras enormes bajo los ojos.
También capta mi atención su mano derecha, cubierta por una venda blanca limpia, así que Sylk ha debido de hacerle ya la cura, aunque no me pasa por alto que intenta no utilizarla, manteniéndola pegada contra el pecho.

— ¿Te duele? — le pregunto, a lo que responde que si.

— Pero no es un impedimento. — añade.

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