Es una nueva vida

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Cuando el tren para en la estación del Distrito 4, ni siquiera las robustas puertas de metal del vagón son capaces de aislar el ruido que viene el exterior. Sonrío y suelto una risa sin darme cuenta al pensar que, por el ruido, parece que todo mi Dsitrito ha venido a recibirme. Mags me pone la mano en el hombro y cuando la miro me dirige una sonrisa.

— No hay ningún lugar como nuestra casa. — dice. Asiento con una sonrisa mientras veo por el rabillo del ojo como Defne, aún pálida pero no tanto como ayer, llega para unirse a nosotros. usando se da cuenta de la que estoy mirando cambia su expresión seria por una sonrisa.

— Me alegro de que tengamos un nuevo vecino en la Aldea de los Vencedores. — añade, haciéndome reír. Quisiera contestarla, pero justo en ese momento las puertas del tren empiezan a abrirse y cuando lo hacen, la brillante luz del sol me ciega por unos segundos, haciendo que mi oido se agudice aún más y sienta como los gritos de emoción de la gente de mi Distrito se intensifican.

Mi vista no tarda en habituarse al sol de casa y en cuanto lo hace, me quito la mano de la frente y saludo a todo mi Distrito sin poder dejar de sonreír. La gente está como loca: grita, aplaude y silva en una especie de estado de histeria colectiva que me envuelve en una nube de felicidad mientras bajo del tren. Mientras tanto, los periodistas me persiguen con los flashes de sus cámaras, retransmitiendo el momento en directo para todo Panem, pero lo único que me importa es lo que estoy viviendo ahora.
Hay tanta gente... ¿Dónde están mis padres? No dejo de sonreír y saludar mientras los busco con la mirada entre la multitud, aunque sin éxito, hasta que Mags llama mi atención dándome un toquecito en el hombro y me señala un punto en la multitud, en primera fila.
Es como si todo se paralizara y aunque hay miles de personas y el ruido sigue siendo tan intenso como antes, yo solo soy capaz de ver a mi familia mientras escucho con claridad la voz de mi madre gritando mi nombre.

— ¡Mamá! — grito.

Sus gritos tienen un efecto inmediato y salgo corriendo en esa dirección, bajando las escaleras del andén a trompicones y evitando los dos últimos peldaños de un salto. Corro hacia ella, que me espera con los brazos abiertos, tan rápido como puedo y cuando por fin llego hasta ella, me lanzo a sus brazos y dejo que me estreche entre ellos con fuerza.

— Has vuelto. — susurra llorando sin separarse de mi. Respiro hondo y sonrío al reconocer el olor de mi madre. No lo he olvidado. — Déjame verte. — susurra y me separo de ella, que me sujeta por los hombros y me estudia con los ojos llenos de lágrimas. — Has crecido, cariño, yo creo que estás más alto.

Me rio y el labio me tiembla en un esfuerzo por no llorar.

— No lo sé, yo me veo igual.

Me coge la cara con la manos y me llena de besos. Antes no le habría dejado hacer esto jamás y mucho menos en público, de verdad que habría preferido morirme antes porque esto me habría resultado demasiado humillante, pero ahora, después de haber estado tantas veces cerca de la muerte, por mucho que me esté viendo todo el país, no siento la más mínima vergüenza.
Finalmente, mi madre se separa de mi, aunque le cuesta, y me lanzo a los brazos de mi padre, que intenta disimular que llora mientras me repite varias veces lo orgullosos que están de mi y lo mucho que me han echado de menos.
No me doy cuenta de que está ahí hasta que me separo de mi padre.
Bryce me mira en silencio y aunque quiero abrazarle, me da tanto miedo que me rechace que solo puedo quedarme quito frente a él mientras le devuelvo la mirada. ¿Siempre ha sido ta alto? Las manos me empiezan a temblar por el pánico de que me odie y creo que estoy a punto de chillarle que lo siento y que necesito que me perdone cuando alza la comisura derecha del labio con ese gesto que suele poner cuando hago algo mal pero le resulta gracioso.

— Anda, ven aquí. — dice mientras tira de mi brazo empujándome hacia él y me abraza con fuerza.

Le devuelvo el abrazo mientras escondo la cara contra su camisa, la misma que llevó el día de la cosecha, y toda la tensión que he ido acumulando por el miedo a este momento se desvanece y sale al exterior en forma de llanto.

Los Juegos De Finnick Odair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora