El ladrón

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El tercer y cuarto día en la arena son con diferencia los peores desde que entramos.
El tercero empezó mal desde que nos levantamos, primero porque Jade juraba que al terminar su guardia había dejado la espada que llevó consigo el día anterior al lado de su saco de dormir y ahora no podía encontrarla. Al principio le ayudamos todos, dando por hecho que estaba cansada y la habría dejado en otro sitio, pero la espada no aparecía y Jade se puso hecha una furia. A nadie parecía importarle demasiado, todos, incluido yo, pensábamos que la habría dejado en otro sitio y que aparecería más tarde, pero entonces Lartius juró que faltaban una lanza y una botella llena de medio litro de agua, lo que además de ser una pérdida bastante significativa, también dejaba una cosa muy clara: alguien nos estaba robando.

Cuando nos dimos cuenta cundió el caos porque nuestros esfuerzos en proteger los escasos suministros de la Cornucopia no estaban dando sus frutos, ni siquiera el primer día, cuando Heriot aseguro que faltaba una bolsa de carne seca cuya desaparición ahora cobraba sentido.

En el desayuno nos terminamos los restos de la carne del aligator e intentamos averiguar quien y cuando había podido robarnos, pero no sacamos nada en claro, ya que siempre hemos hecho guardias de tres en tres excepto ayer, que Sylk se quedó sola en la Cornucopia, pero ella asegura que no vio a nadie cerca en todo el día, además, el primer robo tuvo lugar la primera noche de Los Juegos. Decidimos que a partir de ahora en la Cornucopia nos quedaremos dos de nosotros a vigilar y que nuestro objetivo será dar con la otra alianza y acabar con los tributos que la forman.
Hasta aquí, todo me pareció bien, el problema vino cuando Lartius decidió que ese día Bethyna y yo nos quedaríamos a defender la Cornucopia. ¡Bethyna y yo! Todo el día juntos. Hasta uno de esos aligatores de Levon sería mejor compañía que ella. Mi compañera tampoco parecía entusiasmada por quedarse todo el día conmigo así que intente que alguien me cambiara el turno pero ninguno quiso. Levon se ofreció para cambiarse con Bethyna y ella habría accedido de no ser porque Lartius lo prohibió inmediatamente, diciendo que necesitaban a Levon para que cazara algo que pudiéramos comer esa noche.

El resto del día fue una auténtica tortura. Intenté entablar conversación con ella un par de veces pero finalmente me cansé de que me respondiera a todo con monosílabos. Lo único bueno fue que como a ella no le importo en absoluto, cuando me fui a media tarde a dar un paseo por los alrededores de la Cornucopia ni siquiera me miró. Me alejé todo lo que pude, saliendo de su campo de visión, y me senté a la sombra de un árbol de hojas amarillentas bastante mustias mientras me cubría con el barro de un charco los brazos quemados por el sol. El metal de la Cornucopia es un auténtico hervidero a estas horas y quemaba tanto que tuvimos que apilar varios sacos de dormir para poder sentarnos encima.
Estaba apunto de empezar a embarrarme el brazo derecho cuando un paracaídas aterrizó a mi lado con delicadeza. Cuando lo abrí no pude contener la sonrisa. Había un cuenco de arroz con trozos de pescado cortado en dados, una botella de medio litro de agua fría y un bote con lo que estoy seguro que es protector para que no me queme tanto el sol. Dí las gracias a los patrocinadores con la boca llena, intentando comerme el arroz en el menor tiempo posible para volver sin levantar sospechas, me bebí el agua de un trago y utilicé un poco para limpiarme el barro del brazo antes de aplicarme el protector. Me dí en la cara lo que me sobraba. Por suerte era bastante transparente y no se notaba mucho, pero me volví a cubrir los brazos con un poco de barro para resultar más convincente. Como esperaba, Bethyna no me preguntó nada y pasamos el resto del día en silencio, a la espera de un enemigo que no llegó nunca.

Nuestros aliados regresaron de muy mal humor y con unas quemaduras del sol horribles, justo antes de caer el sol. No había ni rastro de la otra alianza y no habían conseguido matar a ningún tributo así que Lartius estaba aún más insoportable de lo habitual. Para colmo, no habían encontrado aligatores así que tampoco habían conseguido cazar gran cosa, solo cuatro peces bastante grandes que nos comimos con unos frutos secos para poder llegarnos del todo.

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