Mi arma de referencia

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Me paro en seco cuando reconozco que estoy entrando en el terreno en el que estuve con Jade hace unos días, que a la vez es el mismo lugar en el que me peleé ayer con Lartius. ¿Seguirá habiendo arenas movedizas, ramas caídas que dificultan el avance y animales que te clavan los colmillos en el cuello? Agudizo el oído tratando de identificar algún sonido fuera de lo normal pero lo único que escucho es mi respiración agitada por la carrera.
Todo parece estar en orden, como el día que estuve con Jade. Miro hacia atrás intentado tomar una decisión. ¿Voy a adentrarme en esta zona? La arena cada vez está más iluminada por pálidos rayos del sol y los profesionales no tardarán en levantarse y darse cuenta de que he huido así que tengo que decidir ya. El miedo a que Lartius me encuentre y tenga no solo una segunda oportunidad para matarme, sino también un motivo, es suficiente para hacer que saque fuerzas de lo más profundo de mi mismo y me adentre tan rápido como puedo por aquel terreno.

Mientras avanzo, distingo en el suelo embarrado mis propias huellas y las de Lartius, que han quedado grabadas, así que supongo que estoy pisando en el mismo terreno en el que ayer se nos hundían los pies como si fueran arenas movedizas, aunque hoy no hay ni rastro de ellas. En su lugar se ha quedado una capa de lodo húmedo que me mancha los zapatos pero lo bastante compacto como para poder avanzar deprisa. En mi carrera por adentrarme en esta zona tan rápido como puedo para asegurarme de que estoy lo más lejos posible de mis antiguos compañeros, me golpeo en la cara con varias ramas de árboles que me hacen cortes en la cara que me escuecen pero, con el sol cada vez más alto, no puedo permitirme el lujo de parar.
Corro todo recto durante lo que me parece una eternidad hasta llegar a una especie de ciénaga sombría por la tupida vegetación. Sofocado y con la cara llena de cortes que sangran, me quito la mochila y me apoyo contra el tronco de un árbol. No puedo dar ni un solo paso más. Los calambres todavía me recorren el cuerpo, me cuesta respirar y tengo sensación de pesadez en la cabeza. Despacio, me dejo caer en el suelo con la mochila entre las manos.
"Aquí estoy bien" me digo, "No van a encontrarme".  Aunque tengo las manos manchadas de sangre seca de Jade, me las paso por la cabeza como si eso fuera a hacer que me encuentre mejor.
Ya es completamente de día y pese a que la luz es tan blanquecina como los días anteriores, los rayos me deslumbran casi haciéndome daño. No me encuentro bien. Apenas puedo pensar en nada, se me nubla la visión, los oídos me arden por dentro  y creo que cada vez escucho menos. Quiero moverme, pero no tengo fuerzas para nada.
Solo puedo abrazarme a la mochila y pensar que no van a encontrarme antes de desmayarme.

Quiero abrir los ojos pero los párpados me pesan tanto que tengo que ir abriéndolos poco a poco, cada vez un poco más, hasta que consigo hacerlo del todo. La cabeza me da vueltas. ¿Qué ha pasado? Quiero levantarme pero no puedo moverme todavía. Me limito a quedarme tumbado bocarriba y me doy el tiempo que necesito hasta poder levantarme mientras intento orientarme.
Jade murió ayer, o tal vez hace más tiempo, porque cuando llegué aquí estaba terminando de amanecer y ahora parece ser media tarde. No sé cuanto tiempo he estado desmayado así que he perdido la cuenta de los días. Lo último que recuerdo es que Jade murió y escapé de la alianza. Llegué hasta aquí y estaba tan cansado que me desmayé, eso es todo. Miro el cielo grisáceo a través de las copas de los árboles. Ojalá supiera cuanto tiempo he estado inconsciente. ¿Habrá pasado algo importante? A estas alturas de Los Juegos todo puede cambiar en un par de horas.

Me incorporo despacio y me llevo la mano, que está congelada, a la frente y noto que tengo bastantes cortes en la cara. No, no tengo fiebre. No me encuentro bien pero al menos ya no tengo esa sensación de mareo y supongo que en un rato estaré mejor, cuando mi cuerpo termine de activarse. Me miro los brazos, que me escuecen repletos de ampollas y heridas rojizas hechas por el ácido. No me atrevo a ponerme de pie porque dudo que sea capaz de mantenerme pero me siento con la espalda apoyada contra el tronco de un árbol y estiro las piernas. ¿Qué voy a hacer ahora? Me quedo ensimismado mirándome las manos, que aún están manchadas de la sangre seca de Jade, mientras se me hace un nudo en la garganta. Me las froto con fuerza intentando que la sangre se vaya, aunque no lo consigo y el labio me empieza a temblar delatando que estoy a punto de llorar.
Estoy al borde del ataque de histeria cuando el sonido de un paracaídas aterrizando junto a mi me distrae.

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