PRÓLOGO

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Mi equipo de preparación tiene, probablemente, las instrucciones más sencillas que jamás les ha dado un estilista: no hacer absolutamente nada. Tal vez por eso les resultan tan difíciles de cumplir.
Pese a que Ananda, mi estilista, les ha explicado varias veces pacientemente los motivos de su decisión, el equipo no está dispuesto a aceptar un "su aspecto de adolescente es parte de esa carisma natural que le gusta a la audiencia" y finalmente, accede a que apliquen algo de maquillaje por mi rostro, siempre y cuando solo se dediquen a resaltar mis facciones de la forma más sutil y natural posible.

— No me puedo creer que Ananda haya accedido ¡Te vamos a dejar impecable!—sonríe Tunisia, invitándome a sentarme frente a la mesa con espejo en la que tienen desplegado todo su repertorio de maquillaje. Le guiño el ojo a modo de respuesta y ella me acaricia el hombro con cariño.

Lo cierto es que no me importa. LLeva días sin importarme. Me paso la mayor parte del tiempo sin una noción muy real de donde estoy y, cuando lo hago, no dejo de pensar en la idea de estar en otro lugar, aunque ni siquiera pensar en casa es suficiente.
Tampoco estoy muy pendiente de las conversaciones que tienen lugar a mi alrededor. Es como si todo hubiera perdido el sentido, si es que alguna vez lo tuvo. "Oye Finnick, ¿Te gustaría llevar un traje blanco para la entrevista con Caesar o mejor algo en tonos plateados?" No lo sé y no importa. Porque he matado a 8 personas para poder llevarlo. "¿Te ha dado ya Mags la noticia? ¡Al Capitolio le gustaría que fueras el rostro de la campaña de moda de la siguiente temporada! ¿No es perfecto?" No. No lo es. Vosotros no queréis olvidar mi rostro mientras que yo soy incapaz de olvidar los rostros de los otros tributos. Y no es que no quiera. Lo he intentado. Pero no puedo. A veces creo que siempre van a estar ahí, esperando el mejor momento para echarse sobre mi.

— Ay, ¡Mira esta cara!— canturrea Tunisia levantándome la barbilla con una mano. Observa cada centímetro de mi rostro, estudiando mis rasgos y asegurándose de que todo el maquillaje esta bien. Caelus se une a su estudio.

— Parece que le han esculpido. Creo que ya está perfecto.— dice tras una leve pausa. — Si todo el mundo fuera tan perfecto como tú no tendríamos trabajo.- bromea.

Escucho la puerta de la sala abrirse y a Ananda hablar un poco más alto de lo normal. No capto la conversación pero recibe la replica de una voz ya anciana y algo difícil de entender por su acento. Es Mags, la responsable de que haya vuelto de la arena. Mi mentora y ahora mucho más que eso.

Ambas vienen a supervisar al equipo pero de formas diferentes.
Ananda se une al trío de estilistas y tras pedirme que me levante, observa el trabajo que han hecho. Le da el visto bueno a todo y les pide que terminen de vestirme.
Mags también se ha acercado, con cautela, apoyada sobre su bastón. No dice nada pero por su cara deduzco que no le disgusta del todo mi atuendo.

El único detalle de los últimos días que no he pasado por alto fue una fuerte discusión entre Mags y Ananda, aunque ellas no saben que las escuché.
Era por la tarde y estaba intentando dormir en mi habitación del Centro de Entrenamiento cuando unos gritos que parecían venir de la sala de estar me sacaron de mis pesadillas. Salí de la cama intentando no hacer ruido y me acerqué hasta el lugar de la disputa. Allí estaba mi mentora, hecha una furia, discutiendo a gritos con mi estilista. Mags le recriminaba algo a Ananda con tanta fuerza que no vi en ella a una anciana apacible sujeta a su bastón, sino a la mujer que una vez fue capaz de ganar Los Juegos.

—Venga, Mags. ¡No me digas que no lo ves! No me creo que no seas capaz de apreciar su sex appeal.— se defendía Ananda.

— ¡Pues claro que no! ¿Quieres saber que veo? A un niño de catorce años cuya inmadurez le ha traído a Los Juegos y ahora es incapaz de dormir más de media hora seguida porque se muere de miedo.

Los Juegos De Finnick Odair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora