Capítulo XIV | Eros Martin

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Oficialmente no nos hablamos, ha pasado una semana exacta desde que intercambiamos palabras por última vez. No creí que esto iba tan en serio, siendo abiertamente sincero no lo esperé. Todo fue tan mágico aquella tarde, tan precioso. Lo único que detesto de aquel día es cuando se hizo medianoche y llegó el próximo día, el día donde con solo un mensaje todo se fue a la mierda.

—¿Qué raza te gusta? —pregunta Azahel entusiasmado—. Mira, un persa. —Se coloca frente a la jaula de ese gato—. Oh, tres gatitos bengalas. —Va hasta esa otra jaula—. Qué adorables. —Se dirige hasta otra jaula más—. O quizás un... ¡tonkinés!

Me encuentro en un local de adopción de mascotas callejeras, Azahel me ha convencido de adoptar a un gato, en su casa no puede tener uno porque su vida es muy ocupada, entonces, como su vida no lo deja...

Espera.

Ahora que lo pienso, creo que a mí tampoco me dejarían tener un gato.

Ehm... no importa.

¡El que tenga miedo a morir que no nazca!

Adoptaré un gato y me lo llevaré al departamento, nadie me dirá que no.

—Me gusta este —opino decidido observando uno color blanco con pelaje negro en la cara y en las patas.

—Oh... —expresa Azahel acercándose hasta donde estoy—. Ese es un siamés.

—Es precioso —admito.

—Lo es.

—Lo quiero, quiero este. —Me muestro emocionado, casi como un infante de seis años al ir a la tienda con sus padres y ver golosinas.

—Hey, calma —ríe un poco—, que aún debes llenar algunos papeles y pensar el nombre.

—Le pondré Lamour, es un juego de palabras en el que llevaba pensado desde que me propusiste que adoptara un gato.

—Oh...

—Sí, se traduce al francés como «El amor», pero, a excepción del que este Lamour no lleva apostrofe después de la L, sino que es como una mala traducción, me gusta más llamarlo «juego de palabras».

—Vale, vale, entiendo, está bonito y —agacha la cabeza intentado mirar el abdomen del animal—, es hembra, sí, le queda precioso. —Azahel sonríe, qué tierno, adoro cuando sus ojos azules se achinan.

Junto a él, me dirijo al mostrador para notificar a una chica del personal que quiero esa gata, ella agradablemente me entrega una hojas con actas de compromiso y de adopción, yo las tomo y, con el bolígrafo que me facilita, comienzo a escribir y firmar los papeles.

Qué emoción.

Mis manos tiemblan y sudan, el ambiente está frío, pero, no es por esa razón, es porque al fin tendré mi primera mascota. Me alegra tanto que Azahel me haya convencido, ¿quién lo diría? Un día nos estamos conociendo y, dos semanas más tarde, estoy adoptando un gato, después de que intercambiáramos mensajes toda una madrugada sobre nuestros gustos.

Fugaz revelación | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora