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Cinco años atrás.
Qué nervios.
Lo he dejado ahí.
Mejor me doy prisa, querrá seguirme, seguramente ya la abrió.
Una vez dentro del auditorio, empiezo a sentir como el hecho de que haya tantos estudiantes me afecta psicológicamente. Desde siempre he sentido como si me ahogara cuando estoy en lugares así, es algo verdaderamente horrible, no obstante, he aprendido a vivir con ello.
Me dirijo hasta unas sillas, alejadas de la aglomeración. No sé cómo aún sigo vivo con tantos sustos y nervios dentro de mí mismo.
Qué suerte que no me he desmayado.
Permanezco sentado sin hacer nada, observando como entregan obsequios a todos. No espero recibir ninguno, no soy de tener amigos por montón, tengo compañeros de clase y me llevo bien con ellos, sin embargo, no los considero mis amigos. Creo que mi único amigo no está aquí presente y, además, tampoco creo que se haya molestado en hacerme un obsequio, lo conozco.
[...]
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero, la multitud en el auditorio ha disminuido, todo está más calmado.
La vocera estudiantil sigue nombrando a los estudiantes que son dueños de obsequios, quienes suben a la tribuna y los toman; qué vergüenza daría hacer eso. Aunque, sonando un poco contradictorio, también creo que debe ser muy precioso saber que alguien que te quiere te hizo un obsequio. Porque, por más sencillo que pueda ser dicho obsequio, al final, lo que cuenta y realmente importa es la intención, ¿no?
Siempre lo más importante es la intención.
Oh, no...
¿Con qué intención le entregué mi obsequio a Troy?
Me mostré nervioso y apresurado, lo más probable es que él haya pensado que no me importó.
Reviso mi teléfono, han pasado treinta minutos desde que viví ese incómodo momento con Troy en el pasillo. Quizá no debí entregárselo hoy, él puede tomárselo de otra manera, puede creer que él me...
¡No!
Es imposible, no puedo pensar eso.
Es ilógico.
Solo es mi amigo, y lo quiero mucho.
Sé que sus prácticas de hockey comienzan hoy, por eso le he hecho el obsequio.
La semana pasada lo acompañé a inscribirse en el equipo, luego de eso, fuimos a su casa y pasamos el resto de la tarde hablando sobre nuestros futuros. Le dije que quería ser un exitoso diseñador gráfico, él lo pensó un poco más, pero, al final, dijo que también quería estudiar lo mismo yo, que le parecía interesante.
—Para Eros Martin —dice la vocera estudiantil desde el micrófono, en todo el auditorio se escucha mi nombre.
¿Qué? ¿Qué está pasando?
¿Un «San Valentín para ti» para mí?
Debe ser una broma.
Quizá es alguien tratando de ilusionarme.
—Vamos, Eros —insiste la vocera—. Desde donde sea que estés, ven y sube hasta aquí, tu «San Valentín para ti» espera.
Mis manos no tardan en sudarse todas, mis piernas tiemblan al levantarme de la silla y, sin darme cuenta, al finalizar una corta caminata, me encuentro con los pies sobre la tribuna, frente a toda la secundaria que me observa.
—Disfruta de tu obsequio —me desea la amable chica que lleva gafas, mientras me entrega un sobre—. Feliz Día de San Valentín, Eros Martin.
—Igualmente —contesto sonriendo, después tomo el sobre y bajo rápidamente de la tribuna.
No tardo mucho tiempo en empezar a abrir dicho sobre.
La curiosidad y los nervios me están dejando sin vida.
¿Una cinta de papel?
«Feliz Día de San Valentín, señor Cupido. Con amor, tu chico hockey».
No puedo creerlo...
Él apreció mi obsequio.
Él me deseó un feliz Día de San Valentín.
Él lo recordó.
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Fugaz revelación | Libro I
Roman d'amour[Fugaz y Eterno I] Un jugador estrella de hockey que sufre por cocinar panecillos casi a diario. Un religioso con alma de filósofo y poeta que busca un lugar en el mundo. Una combinación extraña, que con el tiempo se irá cociendo. - Troy y Eros fuer...