Capítulo XX | Eros Martin

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Él está de espaldas, recostado en la baranda mientras mira el horizonte sin razón especifica.

La primera duda que viene a mi mente es si mi madre lo habrá visto o si llevará mucho tiempo ahí parado.

Un miedo me envuelve, no sé cómo acercarme, pensé que estaría en mal estado, sentí como una parte de mí se rompía al saber que Troy podría estar grave de salud o quizás muerto; pero, al final, él está aquí.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, después de recostar mis brazos sobre la baranda.

—No lo sé —responde aun mirando el horizonte—. Solo sé que vine por ti.

—¿Por mí?

—Siempre fue tu culpa, Eros —revela tranquila y pacíficamente, mientras me mira a los ojos—, ¿no lo recuerdas? En la cafetería, hace casi un año, cuando derramaste la malteada sobre mí.

—¡Woah! —expreso asombrado, luego de haber recordado—. No pensé que le tomarías tanta importancia, para mí solo fue un accidente. Tu amigo Fred me metió el pie y, si no hubiera sido por tu hombro, me caigo fuertemente contra el suelo, tú me salvaste. —Le dedico una sonrisa de labios cerrados y continúo—. Jamás fue mi intención derramarte la malteada, Troy, la llevaba especialmente para ti, para el ganador, mi ganador favorito, sabes que nunca me atrevería a arruinar el triunfo de mi mejor amigo. —Sonrío ilusionado, él también sonríe bobamente—. Troy, yo... yo te... yo de verdad te...

—Eros, cariño —interrumpe mi madre saliendo del departamento, el cual dejé con la puerta abierta—, iré a la iglesia para rezar por todas esas pobres personas que salieron lastimadas o fallecieron en el accidente. Regresaré antes de las seis, Dios te bendiga, te quiero —termina, mientras se aleja.

—¿Entonces? —pregunto, regresando mi mirada a Troy.

Él solo me mira, después sonríe y se adentra a mi departamento, seguidamente, voy detrás de él.


EROS: ¡Hola, Dannita! ¿Cómo estás? ¿Qué tal todo? Pensaba visitarte hoy, han pasado muchas cosas. Sé que me dijiste que te irías a Japón este fin, por eso dude en ir a tu departamento, además, estuve carcomiéndome la cabeza con una tarea de mi clase de filosofía. Y, comentándote sobre cosas que han pasado en mi clase filosofía, quisiera agregar algo más. Espero no te resulte incomodo, sé lo que opinas, pienso que no sé, es que nunca hemos tocado ese tema directamente, y con «directamente» me refiero a que nunca te mencioné que creo que soy gay.

DANNA: ¡Hey, Erosito! Estoy bien, amiguito, todo genial, ¿y tú? Ay, qué triste eso, me hubiese encantado verte, pero, entiendo que tengas deberes, tranqui, bobo. Pues sí, salgo mañana a las seis de la mañana, justo ahora estoy terminando de empacar; me deprime el hecho de saber que el departamento quedará, de cierto modo, vacío. Eros, ja, ja, ja, qué tonto eres. No es específicamente una simple burla, solo que me parece muy graciosa la manera en la que me lo dices. «Espero no te resulte incómodo», ¿seriously, bitch? Soy tu mejor amiga, hemos hablado sobre esos temas antes, sabes lo que opino, love is love y todo eso, ja, ja, ja. También, no te hagas ilusión, tonto enamorado, recuerda que es el mismo amor que todos sentimos, te pueden friendzonear, montar el cuerno, puedes tener crushes inalcanzables, tener una preciosa historia de amor, etcétera, etcétera. Eso sí, solo te pido una cosa, sé discreto y... ah, ¿te la creíste? Ja, ja, ja, solo búscate un boy bien guapetón. Besos, babe.

Estoy de pie frente a la puerta de mi departamento, mientras sostengo aquel libro en una de mis manos, tengo mucho miedo, muchos nervios me invaden. He pensado lo suficiente antes de querer hacer esto que haré. Se lo diré, me he convencido, debo intentarlo, sé que de algún modo puede funcionar.

Recuerdo el mensaje de Danna, qué linda ha sido y, claro, siempre con su sarcasmo y humor, la adoro. Creo que lo que dice sobre el amor es verdaderamente real, sea como sea nuestra manera de amar, siempre correremos el riesgo de que nos hieran o nos puedan lastimar. Los seres humanos somos tan extraños, la mayoría sufrimos por amor y no nos importa lo mucho que nos puedan llegar a lastimar, porque todos, en algún momento, llegamos a sentirnos atraídos por alguien que, intencionalmente o no, nos causa dolor.

A simple vista puede sonar como algo tóxico, lo sé. No obstante, viéndose de una perspectiva razonable, por más toxico que pueda llegar a ser un amor, no nos damos cuenta de una vez. Toma tiempo aceptar lo que sucede, porque, ignorando los patrones que lo determinan «amor toxico», como que nos hacen daño y eso, no sabemos cómo siente la otra persona. En la mayoría de los casos, no existe la confianza y comunicación, dos cosas importantes para complementar al amor. Un sentimiento complicado, uno que cuesta tanto arrancar de nuestro ser, uno que nos hace aferrar a lo que sea que amemos.

Solo espero que, una vez cruce esta puerta que acabo de abrir, recuerde amarme a mí mismo por sobre todos los demás, es lo importante y siempre lo será. Si no me amo a mí mismo, ¿quién lo hará?

La luz del día ilumina mi piel, cierro la puerta del departamento y, posteriormente, voy hasta las escaleras. Una vez abajo, camino el medianamente extenso suelo de cemento que divide el bloque dos del bloque uno. Subo las escaleras del bloque uno, camino por el pasillo, mientras comienzo a replantearme el hecho de lo que estoy por hacer. Tengo muchísimo miedo de lo que pueda suceder, mis nervios estallan dentro de mí. Mis manos sudan, mi estómago se siente revuelto y siento unas extrañas ansias.

Observo prolongadamente el número ocho de la puerta, levanto mi mano y, finalmente, me atrevo a tocar el timbre.

Espero unos minutos, nadie abre y, como nadie se digna a hacerlo, lo toco otra vez.

¿Qué se supone que haces, Eros?

Dejando que el amor me encuentre, solo le doy un empujón.

Escucho pasos, luego la puerta comienza a abrirse y lo veo, él está ahí.

—Hola —digo, después le dedico una sonrisa de labios cerrados.

—¿Qué haces aquí? —En su cara se nota el disgusto.

—Solo...

—Vete —me ordena furioso.

Pero, ¿qué le pasa?

—Troy...

—¿Qué? ¿Qué viniste a hacer? Te deje claro lo que sentía.

—Oye, yo solo... solo vine a traerte esto. —Levanto la mano en donde sostengo el libro—. Es para ti.

—¿Un libro? —pregunta confundido.

—Me gustaría que lo conservaras.

—¿Por qué o qué? —Sigue viéndose enojado.

—Porque creo que te gustará —agrego sonriendo.

—Bien —toma el libro—, gracias.

—Ehm... sí, de nada, ya me voy. —Sigo con mi semblante amable, tras eso, doy media vuelta.

Empiezo a caminar, alejándome con lentitud, es justamente cuando escucho como se cierra la puerta. Tal vez todo este tiempo solo estuvo en mi cabeza, quizá esa tarde él demostró e hizo cosas que no sentía realmente, en cambio, yo sí, fui un tonto que se enamoró.

¿Enamoró?

¡Qué torpe soy!

No sé cómo sigo pensado que en cualquier momento vendrá detrás de mí.

No lo hará.

Cerró la puerta.

Jamás ocuparé ese lugar.

Seguramente está reservado para alguien más.

Seguramente está reservado para alguien más

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Fugaz revelación | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora