Capítulo XXV | Troy Bennett

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TROY: Hola, Eros. Es veintinueve de marzo y estoy a la espera de saber que te encuentras bien. ¿Sabes? Jamás pensé que podría tener el valor de escribirte este mensaje, pero, ahora que lo hago, creo que es lo correcto. Me siento triste, y no específicamente porque todo entre nosotros se haya ido a la mierda, no. En verdad, me siento triste porque, en algunos momentos, me he dado cuenta de que estoy más solo de lo que a simple vista parece. Lo primero que quiero hacer este gran día es pedirte disculpas, en serio no sabes cómo me siento al respecto por todo lo que ha pasado. Me gustaría verte de nuevo, me gustaría saber de ti y serte sincero con lo que siento. Tendrás un feliz cumpleaños, lo sé, siempre tienes esa aura de buenas vibras tan hermosa. Cuídate, Eros.

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Las ruedas de bus giran, la brisa se estrella contra mi rostro a través de la ventanilla, mis manos cubiertas por los guantes no lo logran enfriarse. Todo está tan helado, ya es de noche, es domingo y estamos regresando a nuestros hogares, ya que mañana debemos seguir con nuestras rutinas. Fue un fin de semana interesante, no cumplió con mis expectativas, sin embargo, no lo pasé mal; quitando el hecho de que discutí con Chris. Él y yo solucionamos las cosas antes de irnos a dormir, cuando no pensé que me entendería, cuando al anochecer me confesó su verdad.


La mirada de él está perdida sobre las montañas, mientras físicamente está sentado en el borde del suelo exterior de la cabaña. Observo su espalda cubierta por un suerte violeta, pienso mucho para acercarme, esto dañará por completo mi ego y dignidad, no sé si pueda hacerlo, es...

Me siento a su lado, él ni me observa, solo sigue mirando el lejano alrededor.

—Lo siento.

Es entonces cuando me mira.

—¿Qué? —La confusión se le nota.

—Lo siento, Chris —repito con claridad.

—¿A qué te refieres? No has hecho nada.

—Me refiero a que siento no haber actuado diferente cuando tomaste el libro. Comprendo que querías llamar mi atención para que te dijera que Holland y yo ya no...

Chris me besa sin preámbulos.

—¿Qué? ¿Qué se supone que haces? —Lo aparto suavemente, colocando mis manos sobre su pecho.

Chris entierra su mirada en el césped, intenta hablar, pero, lo único que hace es titubear sin sentido.

—Mejor me voy.

Se levanta precipitadamente.

—No. —Lo tomo de la muñeca, al instante me pongo de pie.

—Troy, déjame.

—No —respondo tan calmado, me sorprendo—. Solo sé sincero, no te juzgaré. —Mi mano baja hasta la de él y la aprieto reconfortantemente.

—¿Qué quieres que te diga? —pregunta un tanto altanero pero sin gritar.

—Oye, cálmate.

—Estoy calmado —responde afectado—. Déjame, no le digas a nadie de esto. No quiero que todo vuelva a empeorar, he trabajado mucho en mi paz mental y yo solo... solo... solo...

Las lágrimas lo llenan, sus manos tiemblan, sé que lo que pasará y, justo en ese momento, se desata a sollozar en mi hombro. Me impresiona la forma en la que estoy llevando este asunto, cada vez me sorprende más, no pensé que esto sucedería, no imaginé por un momento que él actuaría así, así como tampoco me esperé el inesperado choque de labios.

Chris pone de su parte, se tranquiliza y, de esta manera, nos sentamos otra vez en el borde del suelo de madera.

—¿Qué sucede? —pregunto, mientras nos miramos a los ojos.

—Estoy... estoy...

—¿Estás...?

—Le gustas —confiesa veloz, luego de bajar la mirada.

—¿Qué? ¿A quién?

—Él se siente triste. Tan abrumado y asustado de lo que opinan los demás. Cree que es una jodida mierda por ser así, por el hecho de que le gusten... ya sabes. —No me deja hablar, prosigue—. En serio, Troy, él solo quiere tener una vida aburrida y ser feliz.

—¿De quién hablas? ¿Cómo podemos ayudarlo?

—No entiendes, ¿verdad? —Me observa nuevamente, con detalle y hecho un mar de lágrimas—. Ese chico...

—Eres tú —intervengo, Chris reacciona y evade mi mirada de nuevo—. Bien, no pasa nada, tranquilo.

Me acerco más a él, coloco mi brazo alrededor de su espalda y dejo que caiga sobre su hombro. Se me hace tan sorpresiva la manera en cómo estoy actuando, pero, me sorprende más el hecho de que le gusto a uno de mis compañeros del equipo de hockey.

—Él puede contar conmigo. Aunque, allí afuera hay millones de chicos que morirían por estar con él. Él es grandioso, el poco tiempo que lo he conocido en el equipo se me ha hecho un gran chico, uno que lucha por sus sueños y no se rinde, uno al que siempre he envidiado por su llamativo carisma y fácil expresión.


Chris y yo hemos decidido que seguiremos como antes, a diferencia de que ahora él tiene a un amigo en quien puede confiar. Lo miro desde los asientos de atrás, los que me recuerdan a mi viejo mejor amigo. Yo detestaba estos asientos, no sé cómo pase de eso a sentarme en ellos. Siempre lo hacía tras unas largas suplicas. Recuerdo que una vez, cuando lo acompañé a un evento religioso con su familia, él se quedó dormido en mis piernas, provocándome un deleite entre fugaces sonrojos. Todos allí dormían, mientras que yo gozaba de apreciar la grata belleza de él.

Mi señor Cupido.

Eros.

Eros

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Fugaz revelación | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora