[Fugaz y Eterno I]
Un jugador estrella de hockey que sufre por cocinar panecillos casi a diario. Un religioso con alma de filósofo y poeta que busca un lugar en el mundo. Una combinación extraña, que con el tiempo se irá cociendo.
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Troy y Eros fuer...
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Un bostezo anuncia mi despertar, lo primero que veo es una sala de estar, la cual está hecha un completo desastre. Y lo segundo que veo me hace medianamente recordar.
La música está tan fuerte, creo que los vecinos pronto podrían venir a reclamar. Olivia se ha marchado, dijo que no quería tener ninguna discusión con su tía, también pensé en irme, pero, cuando caí en cuenta, Olivia ya no estaba y eran las diez de la noche.
¿En qué momento?
—Hola, pequeño somnoliento —dice aquel rubio que trae consigo el desayuno.
—Hola —respondo en tono cansado, mientras me siento desorientado.
No recuerdo exactamente lo que ha pasado ayer, pasaron tantas cosas. En un principio pensé que pasaría un día tranquilo, viendo alguna serie, estudiando sobre filosofía o haciéndole la vida imposible a mi hermanito menor; sin embargo, me estoy dando cuenta de que no resultó ser así.
De pronto, Azahel coloca la bandeja de madera sobre la baja mesa de la sala de estar y se acerca a mí. Dormí sentado toda la noche, no aguanto la espalda, creo que lo único que me reconfortaría en este momento sería un buen...
Beso.
¿Beso?
Él me está besando, me besó.
—Ahm... —expreso, después de colocarle una mano en el pecho.
—¿Qué? ¿Lo dejo?
Oh, por Dios, ¿por qué Azahel me está...?
Demonios.
Mis pies se mueven con miles de ritmos que según yo existen. Estoy tomado de las manos con Azahel, él también baila con mucha soltura y libertad. Solo hemos bebido unas cuantas cervezas, no estamos ebrios, yo lo sé y también sé que él sabe que sé que él lo sabe.
¡Oh, Dios mío!
—¡Wohooo! —gritó fuertemente con una alegría que ni entiendo de donde ha salido.
A continuación, Azahel se acerca más a mí y, tras mirarme fijamente, me toma de la cintura. No puedo evitar caer en un colapso, pero, es tan instantáneo que, una vez aprieta su cuerpo contra el mío y nuestras frentes se juntan, me dejo llevar, no me importa lo que pase o pasará.
—Me encantas, Eros —revela él, se ve tan deseoso y contento.
No puedo creerlo, Azahel Clark, el mejor chico de la clase de filosofía, el que tiene la vida que yo más anhelo en todo el universo, el que actualmente me besa tan suave y lento... ¿está enamorado de mí? Me volveré demente, podrán llamarme como quieren, pero, hasta no tener más pruebas de que siente una pizca de amor por mí no me ilusionaré.
