Capítulo XXVIII | Eros Martin

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Ni siquiera sé cómo hago para mantenerme de pie, estoy temblando, tiemblo al completo, mientras hago el intento de no huir o desmayarme en cualquier momento. El gran día llegó, al igual que el instante de presenciarlo. El aliento se me escapa y no sé cómo recuperarlo, tampoco sé cómo volver el tiempo atrás para intentar recuperarlo... a él.

Pasé una noche terrible y en mis ojeras, cubiertas por maquillaje, puede notarse lo mucho que estuve pensando. Dicen que cuando llega este día, se suelen sobre pensar mucho los hechos, y tal vez sea verdad, lo único que hago es regresarme al pasado, algo que no debería estar haciendo.

Mis pies comienzan a moverse, adentrándose conmigo al salón. Sonrío cuando observo a los invitados, la mayoría no puede sacarse una sonrisa del rostro. Esa alegría me hace sentir tan aceptado y confiado que los nervios se desvanecen. Cuando llego al final, caigo en cuenta de que él no vino, de que me ha dejado plantado. Entonces dirijo mi mirada al frente, detallo el iluminado rostro de Azahel, quien luce tan formal y perfecto.

El oficiante pide a todos que tomemos asiento y, en ese instante, habla.

—Estamos aquí para unir en matrimonio a Eros Martin y Azahel Clark. En primer lugar, voy a proceder a dar lectura al acta matrimonial: Siendo las dieciocho horas del día veinte de diciembre de dos mil veintitrés, comparecen quienes acreditan ser Eros Martin y Azahel Clark, al objeto de contraer matrimonio civil en virtud de autorización recaída en el expediente número cero, cero, cero, nueve, tres, ocho, cero, tres, cinco. Quiero hacer constar que se han cumplido todas las prescripciones legales para la celebración de este matrimonio civil, sin que en la audiencia sustitutoria de edictos se haya presentado ni denunciado impedimento ni obstáculo para esta celebración.

Las manos me tiemblan, tengo a un lado a Azahel, quien la toma cuando nota mi nerviosismo. Trato de respirar profundo, relajarme, pero, se hace imposible. El oficiante empieza a leer unos artículos la ley. Mientras tanto, mantengo mi mirada al frente, sin el mínimo intento de darme la vuelta y detallar, confirmar que verdaderamente él no asistió.

Emilia, una gran amiga mía de la editorial, y Roberta, una profesora de castellano que congenió muy bien con Azahel, son las encargadas del puesto de testigos, fueron las primeras que se ofrecieron a serlo cuando se los notificamos. Ambas se conocieron por nosotros y suelen ir seguido a nuestro departamento, al igual que organizar salidas en grupo; ellas son lo máximo.

Tras la intervención de las testigos, se aproxima lo que más me aterra en estos momentos.

Debo seguir calmado, nada malo pasara, todo estará bien, nada lo arruinará.

El oficiante pide que nos coloquemos de pie, todos obedecemos.

—Azahel Clark, ¿acepta por esposo a Eros Martin? —pregunta.

Azahel me observa, después sonríe.

—Sí, acepto —responde.

Todo tiembla dentro de mí, siento que no podré.

—Eros Martin, ¿acepta por esposo a Azahel Clark?

No... no puedo.

Mi respiración está agitada.

Debo calmarme.

Respiro hondo y suelto el temor.

—Sí, acepto —contesto, luego sonrío mientras miro a Azahel.

Está hecho, en ese momento, un beso a través de nuestros labios sella la unión.


[...]


La ceremonia ha sido todo un éxito, eso me pone feliz porque, a pesar de mis torpes nervios, logré lo que tanto siempre quise: un amor verdadero.

Aunque esté sin él.

Aunque no sea él.

Me encuentro en El Marqués, el restaurante donde es organizada la pequeña reunión formal entre colegas. Mis padres no han asistido, ni siquiera mi padre que mostró interés en mi último logro. Hoy me he dado cuenta de lo muerta que está mi vida pasada, de lo muerto que está el Eros del pequeño pueblo en donde antes vivía, de lo muerto que está mi antiguo y primer amor.

Mientras sostengo un cigarrillo encendido en mi mano derecha y una copa de champán en la otra del brazo izquierdo que afinco sobre la mesa, observo a los invitados bailar. Me detengo a pensar en qué sería de la vida de un curioso Eros de diecinueve años que nunca se hubiese interesado por la filosofía y jamás hubiera asistido a aquella clase. Quizá todo sería diferente en estos momentos para él, quizá aún estaría reprimido y viviendo en aquel pueblo, quizá estaría junto a su primer amor... o quizá no.

De pronto, un sonido llama mi atención, es el que hacen las translucidas puertas del restaurante al abrirse. No puedo evitar voltear mi mirada, entonces enfoco cada parte de aquella pálida pero tostada piel, ese cabello castaño peinado y los esplendidos ojos pardos. Se me anuda la garganta, siento como mi corazón se acelera y una presión envuelve a mi estómago.

Tal vez me he pasado de tragos, pero, estoy seguro de lo que veo.

Nunca pensé que él lo haría otra vez.

No puedo terminar de creerlo.

Es cierto.

Él está aquí.

Él aceptó regresar a mí.

Él aceptó regresar a mí

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Fugaz revelación | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora