Capítulo X | Eros Martin

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Una canción que me gusta suena en el radio de la sala de estar en mi departamento. Puedo ver como todo el lugar se encuentra vacío y en calma. La música sigue corriendo, poca luz entra a causa de que las cortinas están abajo. Me hallo tirado en el suelo, antes usaba mi teléfono, pero, los pocos «amigos» que tengo dejaron de responderme, y con «amigos», me refiero a amigos lejanos que ya no trato tan seguido; por ejemplo, los de la preparatoria.

Permanezco en calma, intentado drenar de manera sutil todo el enojo que actualmente llevo por dentro. Al principio de la mañana, en el cafetín de la universidad, el odioso de Troy se negó a ayudarme con el ensayo; y digo «odioso», porque se portó como tal cuando yo fui amable con él.

No se merece que lo trate bien.

Lo merece, merece una lección.

Ehm... de acuerdo, sí, tal vez merece una lección. Troy debe aprender, merece saber que, aunque me trate mal, yo siempre seré el Eros tranquilo y alegre, más nada de lo que él haga en mi contra me afectará.

La música sigue sonando, es reproducida gracias a un disco personal que llené con canciones que me gustan; la mayoría en inglés, sin embargo, creo que realmente todas son en inglés. Pasados unos minutos, no pienso mucho para levantar mi espalda de suelo y, posteriormente, drenar de forma agresiva todo del enojo que me estrangula, a través de mi entonación del estribillo de una canción:

Said that we're not lovers, we're just strangers
With the same damn hunger
To be touched, to be loved, to feel anything at all
We're not lovers, we're just strangers
With the same damn hunger
To be touched, to be loved, to feel anything at all

Estoy tan harto de que Troy finja que nada pasó, que actúe como si no le importara, tan distante y odioso cuando, siendo realistas, yo en ningún momento lo obligué a continuar.


—Lo único que haces es arruinar mi vida —exclama Troy enojado—. ¡Te odio!

—¿Ah, sí? —pregunto, luego lo empujo contra la pared.

—Sí, te odio. —Troy me mira con furia.

—Pues yo no a ti —admito y, seguidamente, beso a Troy.


Él continuó aquel maldito beso, prosiguió besándome y comenzó a posar sus manos sobre mi cuerpo. No obstante, cuando llegó a mi punto débil, se detuvo, luego me empujó con gran furia y se marchó.

¡Qué imbécil!

No sé qué demonios le pasaba en ese momento, se veía tan lleno de placer y después solo se fugó.

Si tanto le molestó lo que hice, al menos me lo hubiera dicho, pero, si verdaderamente no le gusto, ¿entonces por qué rayos siguió besándome y comenzó a tocarme?

Fugaz revelación | Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora