«Escándalo»
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Taiyou no dejaba de abrazar y besar a un mal humorado Tsurugi quien a leguas se nota el disgusto de estar en un hospital.
Pero ahí debía permanecer un tiempo más por revisión médica. En cuanto a Kirino ya había sido enviado a casa y pronto regresaría a la escuela.
—¡Déjame en paz!
—¡Creí que te perdería! –chillaba Amemiya con lágrimas.
Yukimura y Hakuryuu veían a la distancia, no todos podían entra a verle así que lo dejaron a la suerte siendo ellos los primeros.
—Han estado pasando algunas cosas desde que no estás –hablo Hyouga llamando la atención de ambos chicos.
—Tiene que ver con Masaki –siguió Hakuryuu haciendo aún más interesante aquello para Tsurugi quien frunció el entrecejo —Hiura sabe quién es el responsable de lo que te pasó a ti y a Kirino.
—Pero... lo de Kirino solo fue un resfriado ¿no? –las manos de Amemiya acariciaban los brazos y pecho de Tsurugi sin pena —¿cómo podría ser que alguien provocará un resfriado?
Yuuichi había salido a ducharse y cambiarse de ropas, pues los días que llevaba ahí no se despegaba del menor.
En la ducha, las manos de su pareja no dejaban de tocar cada espacio, caricias delicadas, dulces como sus besos. Aquello prendió al Lican quien no tardó en querer montarse sobre Ishidou quien le detenía.
—¿No le quieres? –fue lo primero que cuestionó el chico al sentirse rechazado.
—Claro que te quiero Yuuichi.
—Y ¿por qué no quieres?
—Tu hermano está en el hospital, mereces estar con todo para él. Te necesita.
—Y yo te necesito dentro... sabes... yo también necesito apoyo –se le restregó y tomó con una mano el miembro ajeno.
La mano de Shuuji se posó en la ajena y la retiró, la llevó a los labios y la beso con delicadeza —no te sientas mal, no te rechazó, te amo Yuuichi –con la mano libre tomó el rostro de Tsurugi para alzarlo que le viera —aún si está mal, el amor no lo es.
—Ishidou... –se abrazo a él besándole.
—¿Es una broma... cierto?
Ibuki no respondió, aquello no le dio buena espina a Hakuryuu.
—Por él bien de nuestros amigos, incluso Tenma y Yukimura aceptaron.
—¡No dejaré que una perra Mellifer te ponga un puto dedo encima! –se fue sobre su chico.
—¡Hakuryuu! –cuando se ponía en su modo, no había manera de detenerlo.
Los besos del Ryujin eran posesivos, no permitiría que nadie más los poseyera, aún si era por ayudar a un amigo.
Munemasa no perdió tiempo y llevando las manos a las caderas del chico y acariciarlas en círculos y moverlas.
—Eres mío...