< Diez y nueve>

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La muerte es... diferente para todos, incluso para los niños.

Puede ser algo hermoso, donde vivirás por siempre, sin preocupaciones o lamentos, donde pasaras la eternidad en paz y armonía. Para otros, puede ser una maldición, una pesadilla de la cual nunca despertaras, donde todo el peso del mal que hiciste este sobre ti, quemándote sin poder hacer nada.

Puede ser una amiga, o una enemiga que jamás deseas ver.

Pero como sea que piensen de ella, no se detiene. Sigue, nadie puede detenerla, todos terminan caminando a su lado.


Dicen que el día del entierro de alguien, si llueve es por qué el cielo está triste por dejar de ver aquella sonrisa, aquel alma alegre recorrer la extensión de la tierra.

Los padres de Shuu estaban descolcados, llorando con dolor por la pérdida de su hijo. La menor se aferraba a las faldas de su madre, preguntando por qué habían escondido a su hermano en aquel lugar oscuro y solitario.

Pocos han vivido esa experiencia que Shuu vivió, carcomerte a ti mismo, podrirte por dentro ante la falta de aquel ser que daba sentido a la vida.

A su joven edad, Shuu había muerto de amor, y Tenma siquiera estaba por enterado, los padres no querían que aquel que causó su muerte, estuviera ahí.

Los amigos más cercanos estaban ahí, Kyousuke y Hakuryuu abrazado de Ibuki, por qué claro, no fue mucho él tiempo para regresar, se amaban, y Munemasa no podía imaginar que a Hakuryuu le pasara algo semejante, jamás se lo perdonaría.

Incluso el albino de la banda intento ir a casa de Matsukaze para golpearle y decirle sus verdades pero Hakuryuu le retuvo, aquello era lo menos que Shuu hubiera querido.

La noche llegó rápido, y Kyousuke no dejaba de pensar en Shuu, se removía en la cama inquieto, incluso su hermano le llevó leche tibia a beber, charló con él hasta donde pudo, ya que mañana tenía clases temprano y debía descansar.

Se puso en pie suspirando cansado y fue a la ventana, aún llovía, apartó las cortinas y abrió la ventana dejando que algunas gotas y viento frío se colaran en la habitación.

Un caluroso verano, los tres pequeños se divertían en la pequeña alberca mientras sus padres disfrutaban de una amena charla.

Tres pequeños híbridos inofensivos.

—Cuando sea grande, quiero tener una pareja a la cual amar mucho –dijo Shuu con alegría.

—¡Yo seré el que más ame! –salió Hakuryuu gruñendole y en respuesta, recibir un gruñido del otro.

—Son unos niños, aún estamos pequeños para eso –separó Kyousuke a ambos quienes suspiraron —además... yo soy más lindo que ustedes, yo amare más.

No tardaron mucho en vaciar el agua de la alberca en su pelea de quién amaría más.

—Nos ganaste... Shuu –musitó al aire. Sonrío para cerrar la ventana y disponerse a dormir.


La lluvia le tomó por sorpresa al visitar a sus familiares, el carro estaba en el mecánico, al menos logros subir al metro para ir a casa.

Suspiro y se secó un poco el rostro con una papel que amablemente una ansiaba híbrida le dio.

Una hora más tarde logró llegar a casa, pero antes de abrir la puerta, noto que está ya estaba entre abierta.

«¿Un ladrón?» pensó frunciendo el ceño.

—¿Shuuya? –la puerta se abrió, las luces mercuriales dejaron ver un poco a Natsumi dentro del hogar —estas empapado –le tomó del brazo para hacerlo entrar y cerrar tras de sí la puerta.

—¿Que hace usted aquí? –andaba a tientas dirigido por la mujer ante la oscuridad.

—No seas tan formal, Shuuya. No estamos en el trabajo.

Algo no andaba bien, lo sabía —¿porqué está en mi casa?

Pero entonces alguien más encendió la luz de la habitación.

—¿Sorano? –no era nada bueno aquello.

Desvió la mirada rápido, ambas chicas llevan lencería fina dejando ver bien sus cuerpos sin necesidad de imaginar nada.

—Sabes él porque... nos gustas, Shuuya, y... no me pondré al nivel de una niña.

Le hizo recorrer la mano por aquel cuerpo de piel de seda, firmes pechos y buen trasero, piernas delgadas y su intimidad húmeda, deseosa esperando el momento.

Sorano se acercó al par, aquello había sido un plan de la mayor, no podía esperar más por aquel hombre, tenerlo dentro y Sorano sería de ayuda.

Se puso a la altura del miembro de Shuuya sacándolo de aquella prision de ropa, aún sin estar excitado, este tenía un buen tamaño, lo tomo con una mano y llevó a su boca, besando y chupando.

Le tenían sujeto, por lo cual usar la fuerza estaba eliminado, estaba totalmente preso con ellas. Mantenía su mente lejos de aquellas acciones, que la mano paseara por aquel cuerpo, que su miembro fuera succionado.

Trago saliva ¿cuanto podía soportar?

La imagen de Kyousuke se vino a su mente, aquella sonrisas furtivas, esos celos, aquel beso en el auto que aún sentía la tibieza de ellos sobre los suyos.

—Shuuya, es imposible resistirse –no supo en qué momento lo recostaron en la cama y desnudaron, Aoi ahora tomaba la otra mano para pasearla pos aquel cuerpo pequeño.

Natsumi se montó en el, frotando el miembro en su intimidad sin penetrar aún, Aoi llevó la mano a sus mojadas bragas haciendo simulación de embestidas haciéndola gemir así como Natsumi gemía.

Se sintió inútil, impotente de hacer algo.

Fue entonces que escucho un golpe seco y vio a Natsumi en el suelo gruñendo cual gata en celo a punto de atacar, Aoi igual se puso a la defensiva.

La luz se había apagado dejado ver solo al frente las sombras que gruñan y se atacaban.

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