Capítulo 18: Crema (2/3)

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Luego de dos días aparentando ser la enfermera de Timothée, finalmente se encontraba bien, ya eran las diez de la mañana y nos estábamos preparando para ir a la ciudad de una puta vez.

Las últimas 48 horas se resumieron con su vómito imparable, el llanto sin cesar porque "no me merecía", berrinche porque no quería comer sopa, dormir como un bebé siempre que estuviera conmigo y llorar aún más las pocas horas que iba a comprar la comida para cocinar.

Definitivamente sus 25 años los define sólo el año en el que nació, porque de mentalidad....

De igual manera lo amo, no puedo decir que no.

Tuvimos una extensa charla respecto a la ciudad, luego de la película Crema se había vuelto un lugar turístico bastante famoso, de los mejores de Italia. Habría gente de toda clase y sitios visitándola a la misma vez que lo haríamos nosotros y cabía la posibilidad de que hubieran fans.

Más suyos que míos, de más estaba decirlo, pero ya tengo cuentas de fanáticos en Instagram y Twitter. No son muchas pero he de admitir que con las cien y algo que son alcanza y sobra.

Nunca jamás importa cuántos los quieren, sino cuánto los quieren. La calidad va por encima de la cantidad, siempre.
Es de las pocas cosas que pude aprender de mis padres y tenerlo en cuenta como ejemplo de vida.

Últimamente andaba bastante en contacto con mi familia debido a la película, las giras y premieres, querían escucharlo todo, y los extrañaba mucho. Pero no me agradaría volver a vivir con ellos.

Timothée optó por una camisa arremangada hasta los codos y con tres botones desabrochados con estampado floreado, junto con un jean común y unas zapatillas blancas. Luego se puso una cadena con el símbolo del judaísmo y ya estaba listo, por lo que fue a esperarme a la entrada.

Con esa cara se podría poner una bolsa de papas y seguiría siendo un ícono de la moda de igual manera.

Que te den Chalamet.

Yo estaba con una remera blanca ceñida al cuerpo, y por encima un vestido negro con un escote con encaje, que finalizaba en el principio de mis muslos. Para combinar me puse unas botas negras cortas y un bolso verde seco.
Tomé mis gafas de sol y me dejé el cabello suelto, estaba muy corto por lo que el único peinado que podría hacerme era una cola o un rodete desprolijo.

Pero muy, muy desprolijo.

Y quería estar bien, cabía la posibilidad de que nos reconocieran.

Ya abajo fuimos por las bicicletas que alquilé ayer para usar mientras estuviéramos aquí y nos dirigimos a la ciudad.

El día estaba hermoso. El sol inundaba cada rincón de los lugares pero casi no hacía calor, una ola de viento nos rozaba de vez en cuando.
El camino parecía eterno, no estábamos muy cerca de allí, pero en el recorrido todo era tan lindo que perdía la noción del tiempo, si fuese por mí no llegar jamás tampoco sería una mala idea.

Ya en la ciudad lo primero que nos topamos fue el monumento Ai Caduti, el del soldado de la Gran Guerra frente al cual Elio se había declarado a Oliver por primera vez.

Era altísimo, los detalles en cada uno de sus trazos era perfecto. Los colores gastados por el correr de los años lo volvía aún mejor. Contrastaba con el sol que se encontraba detrás suyo. Definitivamente era una obra de arte.

Luego de dejar las bicicletas en uno de sus extremos comencé a sacarle fotos, hasta sentir dos manos en mi cintura. -¿Te gusta?

-No, es horrible. Es más esa es la razón por la que le estoy sacando una foto tras otra, genio.- Añadí con tono sarcástico y ambos reímos. Creo que entre las cosas que más me agradaban de él eran que entendía mi sentido del humor, y que en ocasiones era casi idéntico al suyo. Se posicionó al lado mío y sacó una cámara vieja, de esas que necesitan agua para revelar las fotos tiempo después de haberlas sacado. Se posicionó en todos los ángulos posibles, sin dudas esas imágenes serían de revista.

A Metros de Millas - T.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora