Capítulo 44: A Metros de Millas

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El armónico desayuno entre Giuseppe, Luigi, Carlo y yo ya estaba finalizando, luego de eternos minutos riendo por bromas u opiniones irrelevantes sin sentido.

Todo se había tornado entretenido. Me despedí por la noche lo mejor posible de Timothée, quien supongo que debe estar retirándose del hotel donde se hospedó ayer.

Pensé mucho en mi charla con mi viejo amigo hace bastantes horas en la cocina. Tenía razón, a veces debemos hacer lo correcto, y eso no siempre será lo que queramos para nosotros, y eso está bien. Es parte de la vida tomar un rumbo diferente al esperado, lo aprendí desde mis primeros días en Nueva York, conociendo y perdiendo gente, des valorándome y valorándome, riendo y llorando, dependiente y luego independiente.

La persona en la que me convertí a lo largo de estos años mira hacia atrás a la insolente pequeña que era, dándole un abrazo, y agradeciéndole por dar lugar a semejante evolución.

Tenía todo lo que quería, y ansiaba el futuro que la vida me deparaba en mi día a día. Pero Timothée ocupaba un espacio en mi alma que tal vacío será irreemplazable, nadie ocuparía tal lugar, me marcó de forma distinta, con tantos altibajos.

A pesar de toda la mierda, estaba completamente agradecida de conocerlo.

Pero no sé si de amarlo.

Sigilosamente me retiré de la mesa, habían vuelto a enfocarse en chistes de humor negro que daban risa sólo por el exceso de azúcar que acababan de digerir. En silencio, mis pies cubiertos con un abrigado par de medias sujetaron la manta que se encontraba reposando en la silla del extremo izquierdo antes de subir las escaleras. Acto seguido, fui a la habitación que temí analizar hace un rato, solo que esta vez estaba decidida a tomarme el tiempo que haga falta.

Al abrir el picaporte, avancé primeramente hacia la mesa. Un conjunto de fotos se encontraban en todos lados, algunas no las recordaba siquiera. Volteando me encontraba sus camisas y sweaters, de esa ropa que le prometía devolverle y jamás lo hice.

Todo se tornaba cómodo y genial hasta toparme por un casete de televisión, el cual jamás había visto. Con mis temblorosas manos lo sujeté entre ellas, rumbo al único televisor que se encontraba en esta casa, en la sala de estar, para mi mala suerte, culpa de los tres deficientes mentales que oirían a metros de distancia en el sitio enfrentado a este.

Una vez sentada frente a él, con el casete ya puesto correctamente, subí el volumen del televisor, cubriendo mi regazo con la manta que se había vuelto parte de mi cuerpo hace unos minutos, para empezar mi absoluta concentración al misterioso contenido.

Claramente, el que haya sido guardado en tal artefacto era solo para darle una esencia vintage, puesto a que se habría grabado con una cámara frontal, la cual apuntaba a Timothée sentado en el extremo izquierdo de la cama de la habitación, y Carlo en una silla a su lado, con unos dos o tres papeles entre sus dedos, como si de un cuestionario se tratase.

Y así lo era.

Al cabo de unos diez minutos de cinta, empezaba a sentirse eterno, hasta que las últimas preguntas se tornaron interesantes.

-Estamos rodeados de ropa y anotaciones disparatadas por todas partes, ¿algo querías encontrar, señor Chalamet?

-Quería recordar fotos y vestimenta también. Debería de llevarme mis camisas y tapados, pero se lo dejaré todo.

-¿Por qué?

Unos cinco segundos de espera hasta su respuesta. -Porque la amo.

-Porque la amas.- El rizado asintió sonriente, inclusive se lo notaba feliz.

Luego de la ante última pausa, las preguntas siguen.

A Metros de Millas - T.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora