Me cegaba la luz que atravesaba la ventana de mi habitación, pero a su vez mis fosas nasales estaban cubiertas por el olor de comida, he de suponer.
Al voltear me encontré un Carlo adormecido, con ojeras hasta los talones, el pelo alborotado, de pijama y pantuflas en el extremo de la cama.
Traía consigo una bandeja con el desayuno, me sonrió como si no se viera de puta madre.En el mal sentido, pero en el bueno también.
Era increíblemente hermoso, como una fusión de todos los súper modelos europeos y prestigiosos en la silueta de uno solo, de un ciudadano común y corriente.
-Sé que lo que traje te gusta, lo hablaste con Giuseppe en la cena que tuvimos hace un tiempo. Probablemente suene un poco acosador pero te estaba prestando atención cuando se lo dijiste, lo tuve no lo sé ¿en cuenta?. -Un poco avergonzado se acercó hasta donde me encontraba, puso todo en frente mío y se fue a sentar en el borde de la ventana, donde la mesa que tenía Elio estaba cubierta por anotaciones de piano.
Donde actuaba Timothée.
Miraba al exterior y giró de reojo para verme. Aún no había tocado nada de lo que me trajo, sólo lo miraba divertida, enternecida quizá.
-Perdón.
-No hay de qué, linda, estabas mal.
-Carlo puedo notarlo en tus ojos, no dormiste en toda la noche, ¿algo anda mal?
Negó con la cabeza mientras se quitaba el sweater que tenía encima, el sol reflejaba en su mejilla derecha, traspasando por sus ojos marrones.
Al verlo así pude confirmar mi teoría.
Que infravalorados los ojos marrones.
Posé la vista nuevamente en el desayuno, me trajo un licuado de banana y frutilla con un par de duraznos en un plato. En un costado, se encontraba una rosa junto con una pequeña carta, iba a abrirla con el enfrente pero se alborotó, impidiendo cualquier otro movimiento que intentara hacer.
-Léela sola, cuando estés mal, no aquí o tendré que esconderme bajo el sofá.- Reí y le agradecí. Al comer los duraznos recordé mi charla con Giuseppe.
-Te lo juro con la mano por encima de mi corazón, eran duraznos no melocotones.
-Eres jodida Lauren, cuando Timothée gire hacia aquí se lo preguntaremos. Apuesto diez dólares a que era un melocotón.
-Mala idea apostar con quien también leyó el libro, pero si así lo deseas. Era un durazno, el árbol y todos los árboles de esa fruta lo eran.
-¡¡TIMOTHÉE!!
El americano giró desesperado en busca de quien había gritado su nombre, al encontrarlos hizo un gesto en señal de "qué ocurre".
-La fruta con la que te masturbaste era un melocotón ¿cierto?, al igual que todos los árboles, eran de melocotones.
Las madres preocupadas no dudaron en actuar y tapar los oídos de los pequeños en la mesa, el delicado de mi amigo adulto había gritado tal duda desde un extremo hasta el otro, donde se encontraba Tim sirviéndose un poco de champán.
Sonreía divertido, y vino hasta su asiento posando su mano en mi regazo.-Malas noticias Giuseppe pero, como seguramente habrá apostado esta sabandija, eran duraznos.
El golpe que pegué hizo retumbar todos los cubiertos, posterior a ellos todos estaban a los gritos y risas por la cara cubierta por un color carmesí del perdedor. Me extendió los diez dólares y seguimos hablando un poco más sobre la película.
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A Metros de Millas - T.C
Fiksi PenggemarNueva York sin dudas es la ciudad que no duerme, y sus ciudadanos no se alejan de tal teoría. Esta historia se comprueba gracias a la joven Lauren y el rotundo vuelco que su vida consigue, al conocer al prestigioso Timothée Chalamet. Todo inicia en...