Capítulo 39: Confusiones y Juegos

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-Me entusiasma saber que nos reencontraremos.

Sí, claro.

-El placer será mío, Jacob.

-La fiesta empieza en unas horas, estoy nervioso. ¿Qué hay de ti? Oí que la invitarías a Saoirse.

-Lo hice, pero no puede asistir. Supongo que iré sin acompañante, Reece comprenderá.

-Que va, iré con Tyson, es mi primo y no tiene jodida idea sobre las premieres o cenas, quizá sea entretenido para él. Puedes estar con nosotros.

-Lo haré, nos vemos.

-Cuídate cielo.

Al cortar la llamada me levanté del sofá en la sala de estar, para dirigirme a la habitación. Todas mis ideas sobre conjuntos para esta noche se esfumaron con los kilos que perdí repentinamente. Cualquiera diría que se relaciona con la cantidad de alcohol y cigarrillos en mi organismo, y era innegable.

Poco a poco rebusqué entre mis vestidos y trajes, hasta hallar lo ideal para el calor que me esperaba.
Dejé todo perfectamente ordenado en mi cama, y acto seguido me di una ducha eterna.

Solían de ser de diez a quince minutos, pero una media hora pasó de manera veloz, ni el vapor entre las cuatro paredes me hizo notarlo. Estaba demasiado concentrada en las ideas dentro de mi cabeza, ¿qué estaría haciendo Timothée en este momento?

Carlo me afirmó una tras otra vez haber llaveado la habitación con todas nuestras cosas. Sus fotos, las mías, las nuestras, cartas, camisas, videos. Un sinfín de recuerdos podían invadirse con tan solo abrir una insignificante puerta, y quién sabe cómo reaccionaría al verlo todo.

De más está decir que me quiere, lo sé. El enfrentamiento de aquel día poco y nada se relaciona con lo que hay entre nosotros, una discusión pequeña no podría atormentar la cantidad de tiempo que llevó el tener una nueva relación para ambos.

Pero, ¿me seguiría amando después de tanto?

Secándome el pelo me quemé un pulgar accidentalmente. Al ir por una bandita, abrí su armario, el que me pidió no volver a tocar.

Las bolsas interminables de droga seguían allí, intactas luego del último incidente. Sin embargo, un poco más a la derecha se encontraba una caja, acompañada de un "no tocar" con su mismísima letra.

Parte de mí quería respetarlo, sabía que debía, pero ella nunca ganaba.

Al demonio.

La abrí con delicadeza para encontrarme con una cámara gigante, acompañada por unos muñecos pequeños de porcelana. Era extraño, se trataba de unos juguetes de acción, no me resultaban familiares.

Por otro lado, la cinta de aquella cámara estaba extendida; es decir, solo requería de un transmisor de pantalla para ver su contenido.

L: Me urge saber si tienes un transmisor de pantalla, ya sabes, de esos que iluminan en la pared lo que uno quiere ver.

T: ¿Cañón?

¿Quién mierdas le diría cañón?

En fin, Timothée Chalamet y su vocabulario explícito.

L: Si así lo llamas.

T: Busca en la habitación del segundo piso preciosa. Bájalo con cuidado, lleva unos dos años y su precio fue altísimo.

A Metros de Millas - T.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora