Capítulo 33: Estrellaremos

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-Dime que traes auriculares, perdí los míos.

-Como ordene su señoría.- Me acercó lo suyos y los guardó en mi mano, cerrándola como un puño y sujetándola de esa forma hasta subir al avión. Minutos antes pude revisar mis mensajes por última vez antes del despegue.

C: [Imagen]

C: ¿Nada para contar?

La foto sonriente con Timothée se acomodaba en mi pantalla entera, y él se percató de ello una vez que se sentó a mi lado.

-¿Celoso?- Posterior a ello sólo sintió un golpe en su hombro.

-Que va, de nada sirve en la vida ser celoso, si desconfía de tí no lo vale.

En algo tenía razón, debatimos sobre el rizado tantas veces como fuera posible, llegaba un punto donde seguir inseguro por si sería infiel o no ya se había vuelto agotador. Llevamos más de un año como pareja, no sería capaz de algo así, debería saberlo a esta altura de la relación.

No fue tanto tiempo como el que pareció ser, pero se sintieron alrededor de unas once horas por los aires y el encierro en un avión tan pequeño estaba empezando a enfermarme. Las turbulencias eran consecutivas y no me molestaba en absoluto, pero podría decirse que mi acompañante estaba incómodo.

-Cuando viajaba con Armie siempre me decía que íbamos a estrellar.

-Algo puedo asegurarte, estrellaremos.

Su mano temblorosa se acercaba poco a poco a la mía, para sujetarla fuertemente y tratar, nuevamente, de descansar hasta llegar al destino.

Sus rulos desprolijos estaban tan largos y había tanta cantidad de ellos, que los auriculares enormes que cubrían sus orejas estaban opacados por su cabello. Su refinada mandíbula no perdía tal forma estructurada ni al dormir, no tenía ni un poco de papada, y ni hablar de sus labios, estaban allí, intactos, eran tan perfectos que dudo expulsen algo de baba.

Pobre de mí al lado de semejante hombre.

Nunca me había sentido físicamente insegura en comparación a Timothée, sólo a una que otra chica o quizá bastaba con mirarme a mi misma, sin compararme con nadie más que con aquella silueta que cientos de espejos y cámaras frontales reflejaban ante mí. Su forma de ser era extraordinaria, con el correr del tiempo, claro está. Es de esas personas que parece una fruta, para llegar a su centro hay que pelar capa por capa, muy de a poco y con sumo cuidado, hasta que realmente se desvele quién es no sólo por fuera, sino qué trae por dentro.

El joven que probablemente fuera mi primer amor ya me sujetaba como si fuese su peluche al cabo de unos minutos, y al llegar a cierta distancia de la estación de trenes, aterrizamos bruscamente, lo que logró despertarlo de forma alborotada, y con una mirada asustadiza.

-Anda, ya tengo todas las valijas, debemos llegar a tiempo para el tren.

Asintió y sin más que agregar, nos dirigimos juntos hacia la estación.

Noté que estaba un poco por no decir bastante, concentrado en nuestro entorno. Si no nos conocieran, pensarían que fui yo quien recorrió Crema hace años y él quien la está recorriendo por una segunda vez.

Sin embargo, no podía dejar pasar el hecho de que ya vivía aquí, sin nombrar las repetidas ocasiones en las que vine previo a ello, este debe ser a lo sumo su tercer momento en la estación.

-¿Te gusta?- El brillo de sus ojos derramaba felicidad y sorpresa por cada pequeño escombro alrededor nuestro. El dolor que me había causado tal pregunta era indiscutible, pero no quería contárselo, no podía.

A Metros de Millas - T.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora