Capítulo 42: ¿Qué tramas?

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La lluvia de este nublado día nos impedía salir de la casa. Por ello, entre las cuatro extensas e interminables paredes de mi hogar en Crema, me veía obligada a permanecer aquí a la par de el dúo escurridizo, si es que saben a quiénes me refiero.

Timothée y Carlo no paran de susurrarse desde las dos de la mañana. Se me imposibilitó dormir a causa de sus risas y charla evidentemente larga abajo en la sala de estar, por lo que tres horas después de impedir mi sueño culpa de sus infantiles gritos, decidí bajar para ver qué estaban tramando, en el caso de organizar algo extraño que a mi no me concerniera.

El rechinado sonido de las escaleras evidenció mi presencia una vez en planta baja, y su bajo tono de voces se transformó en un veloz silencio.

No sé qué era ni sobre qué, pero lo que fuese, no querían que yo lo supiera.

-¿Café?

¿Está de coña?

-Carlo, son las cinco de la mañana, me apetecería mucho más abrazar mi almohada y caer en un profundo sueño que ahogarme en cafeína para seguir despierta en lo que resta de la noche.- Al voltear rumbo al sillón y posar nuevamente
mi mirada en ellos pude percatarme de que su vista de posaba en un lugar un tanto incorrecto. -Sé que mi cara no es el mejor de mis atributos, pero está aquí arriba y es la que modula al hablar.- Dicho esto, ambos carraspearon sus gargantas y se acomodaron en sus lugares, moviendo sus cabezas pacíficamente con el correr de la música.

Tan solo unos minutos más tarde la baba de mi más reciente ex novio caía por la apertura de sus labios mientras yacía cómodamente en el piso durmiendo de espaldas.

-Mañana tendremos que llevarlo a un doctor, su postura terminará con la forma de una banana.- Reí sin fuerzas ante la pésima comparación, Timothée se percató de que no dio gracia alguna.

-¿Fue malo cierto?

-Tuviste mejores bromas.- Ambos soltamos unas suaves carcajadas para impedir que el bello durmiente reaccionara. Acto seguido, me levanté de mi sitio para marcharme a mi habitación y, afortunadamente, poder dormir.

-¿Lauren?

-Diga.

La distancia que nos separaba al uno del otro se debía a su cómoda y relajada pose contra la pared al comienzo de las escaleras, mientras que yo ya me encontraba en el piso superior, a metros de su respiración pero centímetros de sus pensamientos. Sin dudas algo extraño o incómodo saldría de aquí.

Noté cómo sus manos comenzaron a temblar, fuese lo que fuese no era algo común y corriente, también se podría decir aquello por su intención de hablarme impedida por él mismo.

-¿Me amabas?

El silencio dio la obvia respuesta ante la duda. Al percatarse de ello dio un giro, retornando a la sala de estar.

Esta conversación anhelaba tenerla desde hace tanto tiempo, no se iría tan fácilmente.

Despacio me dirigí hasta él, quien reposaba su cuerpo mientras se acostaba al costado de una ventana, observando la lluvia que invadía nuestros oídos desde el exterior. Una vez conmigo a milímetros suyo, supo que hablaríamos.

-No es algo que haya dejado de hacer jamás ¿sabes?, quizá la intensidad fue variando, como si de un sube y baja se tratara, pero amarte, amarte lo hice desde que toqué un bocinazo para salvarte.

Rió enternecido, mirándome con cariño.

De esas miradas que tenía antes del accidente, de cuando recordaba hasta lo más insólito e innecesario de ambos, como si supiera todo desde un principio.

A Metros de Millas - T.CDonde viven las historias. Descúbrelo ahora