El Peor Primer Día

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Sonó la alarma y eso indicaba que comenzaba un nuevo día. Pero aquel día no sería cualquiera para Angie;  ese día sería el primer día de escuela en una de las mejores instituciones de Argentina. Estudiar ahí le proporcionaría muchos beneficios en su futura carrera. O por lo menos eso decían en las noticias locales. 

Dejó sus pensamientos de lado y rápidamente se preparó, alistó su mochila y se tomó un taxi hasta el colegio. Tranquilamente podía ir a pie hasta la escuela, pero le tomaría quince minutos de su tiempo. Y tiempo era lo que menos tenia en esa mañana.

Angie iba mirando la ciudad mendocina desde la ventana del vehículo. Aquella lluviosa mañana la impedía ver con claridad los paisajes que su ciudad le brindaba. Constantemente tenia que  pasar su puño por la ventana debido a que esta se empañaba con facilidad.

La trayectoria había sido corta. En pleno marzo las calles de mendoza se sentían casi vacías. Los turistas preferían ir en los climas muy cálidos o demasiado fríos. La nieve allí era impresionante. 

Rápidamente saco dinero de su billetera y pagó al chofer del taxi, espero con impaciencia el vuelto de este y bajó del vehículo con rapidez.

A paso rápido, se dirigió hacia la entrada de la institución. Al ser su primer día ella se encontraba demasiado confundida.

Entregó su libreta de comunicaciones al portero del colegio y con pereza se dirigió a su clase. Este colegio en vez de tener salones con todas las meterias, tenían salas exclusivas para la materia. Estos cambios confundían mas a Angie.

- Buenos días -saludó a la profesora que ya estaba dando la clase.

- Buenos días Velasco, un poco tardé en su primer día -reprochó la profesora.

- Lo siento no volverá a pasar, ¿dónde me siento? -preguntó por lo bajo. El salón estaba demasiado callado como ella acostumbraba en su antigua escuela.

- En donde quieras.

Lamentablemente para Angie, todas las mesas eran compartidas. Además todas estaban ocupadas; aunque sea por un estudiante, lo que significaba que no podría sentarse sola.

- ¿Me pude decir en donde? -insistió Angie. Es mil veces mejor pedirle al docente en donde sentarnos que elegir por nuestra cuenta.

- Bien, sentate con Kevin. El chico del fondo.

- Bueno... -respondió vacilante.

Angie dio un pequeño suspiro y se fue hasta el fondo del aula. Ella miró al chico pero este seguía en su mundo sin prestarle atención.

Su actitud era neutra, su rostro no mostraba expresión alguna y sus ojos rojos e hinchados demostraba que no había dormido hace días.

A lo lejos se podia escuchar las risas dirigidas hacia Kevin. El hecho de ser diferente motivaba a sus compañeros a todo tipo de burlas.

En ese salón, Kevin no era muy querido. Sus compañeros aprovechaban su esquizofrenia para hacerle todo tipo de burlas. Pero como siempre, él se mantenía neutro. Siempre intentaba mantener la calma y no explotar. Aunque aveces sea tarea difícil.

Al ser la nueva, Angie no tenía idea del chico que tenía alado. Pero sin darle importancia a las burlas que se escuchaban de fondo, decidió hablarle y romper el hielo.

- Hola, soy Angie -saludó amablemente.

- No quiero hablar -contestó él con la mirada en la pizarra.

- ¿Por qué?

- Porque no -dijo, pero esta vez la miró a los ojos.

Dicen que los ojos pueden transmitir muchas emociones, pero este no era el caso de Kevin.

- ¿Y porque esos chicos se están burlando de vos? -preguntó Angie mientras miraba a los chicos con confusión.

- No te importa -su mirada volvió a la pizarra.

- Deberías ser más amable.

- Y vos deberías mantenerte callada -dijo el chico mientras guardaba sus pertenencias en su mochila.

El chico la miró serio y se fue del salón, pero antes la profesora lo detuvo.

- ¿Donde cree que va? -preguntó la profesora desde su escritorio.

- A mi casa -respondió tranquilo. Como si fuese normal irse en medio de la clase.

- Apenas comenzó la clase, siéntese -ordenó la profesora.

- No -la desafió enfrente de todos.

- ¿Como dijo? -frunció el ceño.

El no dio respuesta, simplemente abrió la puerta y se fue de la clase.

Angie estaba completamente confundida. No paraba de preguntarse que había hecho mal, o porque el chico era así de cruel. Decidió restarle importancia y prestó atención a la clase, aunque aquel chico aún permanecía en su mente.

[ 𝐃𝐢𝐬𝐨𝐫𝐝𝐞𝐫 𝐢𝐧 𝐦𝐲 𝐦𝐢𝐧𝐝 ] KevangieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora