Capítulo 1: Bulma

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—Bulma, no vas a regresar a los Estados Unidos así que deja de tratar de empacar tu maldita ropa —gruñó Pan. Interceptó a Bulma y le arrebató los pantalones que estaba cargando hacia una maleta abierta, la cual se encontraba recostada caprichosamente atravesada en la gran cama con dosel. Bulma la ignoró firmemente y dio media vuelta hacia el armario para buscar más de su ropa.

—¿Podrías por favor simplemente hablar conmigo? ¿Por favor? —La voz de Pan estaba empezando a asumir un gemido chillón.

—Oh, santo cielo. Por el amor de los oídos sanos en todo el mundo, deja tus chillidos —espetó Bulma, la ropa en sus manos estaba tornándose más arrugada cada segundo—. Pan, no hay nada de qué hablar, ¿de acuerdo? Es lo que es.

Pan levantó las manos en el aire mientras exhalaba con fuerza.

—No, no es lo que es, sea lo que sea que significa esa mierda. Es total y jodidamente más complicado que "es lo que es". —Pan estaba empezando a desesperarse, y aunque cuando Bulma comenzó este pequeño truco, Pan pensó que tirar su maleta por la ventana podría ser drástico... sí, ya no lo era tanto.

Mientras Bulma continuaba lanzando la ropa en la maleta, Pan decidió que los tiempos desesperados necesitaban medidas desesperadas.

Se acercó a la ventana y la abrió. Sin mucha gracia, se las arregló para empujar el mosquitero y ni se inmutó cuando éste cayó por el lado de la mansión de tres pisos. Bulma todavía estaba en el armario cuando Pan recogió su maleta y empezó a llevarla hacia la ventana abierta.

—Pon la maleta en el suelo, aléjate de ella lentamente, y nadie saldrá herido —dijo Bulma entre dientes mientras salía del armario.

—Lo siento, Bulma, pero no puedo dejar que te vayas. Así que voy a arriesgarme a tu ira y a lo que sea necesario para mantener tu cascarrabias, malhumorado, continuamente enojado trasero en Rumania.

Bulma dio un paso hacia Pan y la maleta estaba ahora tambaleándose peligrosamente en la cornisa de la ventana abierta.

—Retrocede como el infierno, Bulma Brief. —Pan inclinó la maleta hacia atrás como para dejarla caer. Bulma siguió tomando pasos lentos y calculados hacia Pan, pensando que su amiga usualmente sensata no se atrevería a soltar la maleta... Estaba equivocada, muy equivocada.

Pan no solo dejó ir la maleta, le dio un gran empujón justo cuando Bulma se lanzó para agarrarla. Pan saltó hacia atrás, llevándose de golpe sus manos sobre su boca. Estaba tan sorprendida de sí misma como lo estaba Bulma.

—¿Qué... cómo... por qué? —farfulló Bulma mientras miraba a Pan con incredulidad—. ¡Perra! —finalmente logró escupir.

—Es por tu propio bien, Bulma. Realmente lo es —le dijo Pan, alejándose de la enfurecida Bulma.

Bulma se asomó por la ventana abierta y vio el destino de su ahora desparramada maleta y ropas. Miró de nuevo a Pan, todavía sorprendida que su amiga se hubiera sacado un truco así. Sacudiendo la cabeza, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta del dormitorio.

—¿A dónde vas? —preguntó Pan.

—Fuera —gruñó Bulma mientras abría la puerta.

—Por lo menos lleva un abrigo. ¡Hace frío! —gritó Pan a la figura de Bulma ya retirándose.

Pan solo se quedó de pie mirando fijamente. No sabía si había hecho lo correcto, pero sabía que Bulma no tenía necesidad de irse. Pan no podía explicar la sensación, pero algo en ella le decía que algo malo le pasaría a Bulma si abandonaba Rumania en estos momentos. No trató de darle sentido a la sensación; sólo lo aceptó por lo que era... por ahora.

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