Capítulo 21: Bulma

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Vegeta se sintió atontado cuando despertó. Sacudiendo la cabeza, pasó sus manos por su rostro.

En un torrente de locura, los recuerdos lo inundaron y se puso de pie de un salto con un gruñido. Pero no había nadie que respondiera, solo cuatro paredes de piedra. Vegeta se acercó a aquella que tenía una puerta. Agarró la perilla y tiró. Estaba cerrada con llave. Se dio la vuelta, asimilando su entorno. La habitación no era grande pero estaba bien amueblada. Una cama con dosel grande con un edredón verde y elegantes cortinas doradas rodeaban el marco apoyado contra la pared más alejada. Al otro lado de la cama había dos sillas con respaldo del mismo tono de verde que el edredón. Por encima de las sillas había un espejo grande enmarcado en oro antiguo con la cabeza de un lobo tallada en la cima. No había ventanas en la habitación.

Vegeta gruñó. Una jaula dorada, pensó.

El espejo atrajo sus ojos nuevamente.

—¿Por qué un prisionero necesitaría un espejo? —se preguntó en voz alta. Mientras más se acercaba, más se permitía usar su vista de lobo. Finalmente, su rostro a tan solo unos centímetros del vidrio, se dio cuenta que era un panel de doble cristal. Alguien lo estaba observando.

Vegeta gruñó y golpeó el vidrio con tanta fuerza que una pequeña grieta se formó donde su puño hizo impacto.

—Beta, cálmate.

Vegeta alzó la vista cuando escuchó la voz de su Alfa. Los altavoces en el techo se hicieron obvios.

—¿Por qué estoy encerrado, Alfa? —gruñó Vegeta.

—No estás controlando a tu lobo.

—¿Controlar a mi lobo cuando esos mestizos lujuriosos andan detrás de mi compañera? —gruñó Vegeta, interrumpiendo a Bardock.

—No tienes pruebas visibles de que es tu compañera. Déjame manejar esto, Vegeta.

—¿Cómo encerrarme, evitar que la proteja, es manejarlo? —se burló Vegeta.

La puerta se abrió de golpe repentinamente y Bardock entró. Vegeta sintió el poder de su Alfa empujándolo a someterse.

—Entiendo que solo eres mi Beta por decisión, no por falta de fuerza. Tú escogiste esto, Beta. Te someterás a mí, no me faltarás el respeto. —La voz de Bardock fue mortal—. Te amo como a un hermano, Vegeta. Entiendo que necesites protegerla, pero tienes que confiar en mí. No tiene que gustarte, pero obedecerás mis órdenes.

Vegeta estaba estremeciéndose con ira. Estaba dividido por primera vez en su vida. El único pensamiento de su lobo era llegar a su compañera, protegerla, reclamarla, atarla a él. Pero Vegeta, el hombre, podía usar la lógica. Finalmente se hundió hasta ponerse de rodillas y desnudó su cuello. Bardock soltó el aliento que estaba conteniendo y se acercó a él.

—No estoy intentando derrotarte, Vegeta, estoy intentando protegerte. Eres fuerte, mi igual, pero dudo que alguno de nosotros pueda encargarse de cuatro Alfas y sus manadas. Lo cual es lo que pasará si atacas a sus machos por mirar a tu compañera de manada.

—COMPAÑERA —gruñó Vegeta.

—Para nosotros, sí, ella es tuya —dijo Bardock con calma—. Para ellos no. Ella no lleva tu aroma en su sangre, no carga con tus marcas o tu mordida, no hay ningún vínculo mental. Todas esas cosas son fallos en contra de ustedes dos.

Solo Una GotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora