Capítulo 6: Vegeta

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—¡Vamos! ¿En serio, Ten Shin Han? ¿Eso es todo lo que tienes para darles a estos cachorros? —gruñó Vegeta mientras observaba a los lobos que estaba entrenando en boxeo.

Vegeta sabía que su frustración no venía realmente de las deficiencias de los lobos sino de cierta peliazul bocazas que tenía sus garras en él tan profundamente que podía sentir la sangre bajando por su espalda. Lo triste acerca de toda la situación: a él le gustaba. Sí, pensó, definitivamente hay algo mal en mí.

Ten Shin Han le gruñó a su Beta.

—Guárdatelo para la lucha, Ten. No estarías gruñéndome si no supieras que tengo razón. —Vegeta entró en el círculo de combate que estaba pintado en el suelo del gimnasio—. Tómate un descanso por un minuto —le dijo, luego se volvió hacia el joven lobo conocido como Ruffus.

Vegeta sonrió lobunamente.

—¿Preparado para un verdadero desafío?

Antes de que el cachorro pudiera responder, el Beta atacó.

Vegeta enseñaba artes marciales mixtas a todos los lobos, incluso las hembras. Era imperativo que todos ellos supieran cómo defenderse en caso de que otra manada atacara alguna vez. Por supuesto, había pasado más de un siglo desde la última batalla entre manadas, pero Vegeta era un firme creyente en "mejor prevenir que lamentar".

Lanzó una serie de golpes y patadas practicadas en el Muay Thai. Era un tipo de kickboxing, y el arte marcial mixta predominante que enseñaba junto con el Judo y lucha en el suelo.

Ruffus intentó contrarrestar los movimientos de Vegeta, pero sin importar lo que hiciera no pudo evitar que los golpes dieran en su objetivo. Después de solo cinco minutos Vegeta derribó a Ruffus.

No se molestó en mantener al cachorro subyugado. Se puso de pie y retrocedió, indicando que el combate había terminado.

Comprobó su reloj y vio que tenía solo veinte minutos antes de que tuviera que estar en la reunión con Bardock y los demás Alfas.

—Eso será todo por hoy —le dijo al lobo más joven—. Hiciste un buen trabajo. —Vegeta agarró su toalla del suelo y se dirigió de vuelta a su habitación para tomar una ducha rápida. Mientras caminaba, su mente vagó de nuevo a donde parecía estar siempre: Bulma.

Recordaba caminar a través del ala de la mansión que alojaba a los machos sin compañera y captar su aroma. Vegeta podía admitir ahora que tal vez había sobreactuado ligeramente cuando irrumpió en la habitación y encontró a dos machos rebuscando en su maleta. Así que, tal vez no tenía que haber arrojado a Somnus a través de una pared. Y, sí, podía haber evitado lanzar a Jano justo encima de Somnus. Pero en ese momento su lobo había tomado el control, y todo en lo que podía pensar era en que su aroma estaba alrededor de los machos sin compañera, que estaban tocando sus cosas... cosas que solo él debería conocer. Vegeta había pasado por alto ese pequeño dato, acerca de por qué en la tierra pensaba que tenía derecho a conocer su ropa interior.

Había sentido que si no tomaba sus cosas y su esencia de la habitación de ellos iba a matar a alguien, sin lugar a dudas. Uno de aquellos cachorros habría muerto esa noche.

Gracias a Dios, habían sido un tanto inteligentes y se habían sometido inmediatamente. Cuando Vegeta les preguntó cómo habían conseguido las cosas de Bulma le habían contado acerca de cómo una maleta había caído de una ventana de la mansión. Siendo estúpidos veinteañeros, vieron lencería femenina y simplemente tuvieron que echarle un vistazo... estúpidos lobos jóvenes.

Solo Una GotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora