Capítulo 14: Bulma

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17, Alfa de la manada de Bulgaria, se situó en la parte delantera de la sala. Levantando la voz para que todo el mundo pudiera oír, anunció:

—Si todo el mundo gustara tomar asiento para que podamos empezar. Cuanto más rápido terminemos con el asunto entonces más pronto comeremos.

Un grupo de machos en una mesa a su izquierda golpearon la misma y dieron fuertes alaridos ante la mención de comida.

17 hizo una seña para que se calmaran y esperó unos momentos más para permitir que todos se sentaran.

Bulma alcanzó su silla en la mesa que tenía un cartel en el centro con elegante escritura que decía Manada Rumana de Lobos Grises. Antes de que pudiera tirar de ella, otra mano se extendió más allá de ella y rápidamente deslizó la silla.

—Permíteme.

Bulma se volvió bruscamente, sorprendida por la repentina aparición de Barry.

—Lo siento, Bulma. No tenía intensión de asustarte.

Bulma no pudo evitar la sonrisa.

—Quieres decir sobresaltarme.

—Oh. Um, sí. Sobresaltarte —repitió Barry. Retrocedió solo un paso y, sin avergonzarse, la miró de arriba a abajo.

Bueno, pensó Bulma, no seamos tímidos entonces.

Ella sabía lo que él veía. El top negro que escogió dejaba un hombro desnudo, por lo que un brazo y la mitad de la espalda quedaban completamente desnudos. Tenía incrustaciones de pedrería de cristal, que empezaban en la parte superior y continuaban hacia abajo, haciéndose dispersos a medida que desaparecían. El otro brazo tenía manga y llegaba a la mano en un punto y tenía un resquicio para deslizar su dedo medio. Su cabello estaba en un recogido moño ondulado, asaltado por pendientes de cristal de imitaciones de diamantes. Ella llevaba sus jeans preferidos, igual que su mejor amiga, de marca Lucky y baja altura y había un atisbo de carne al descubierto cuando se movía. Botas de tacón alto negras completaban su conjunto.

—Te ves impresionante —le dijo mientras la tomaba de la mano y la levantaba para darle una vuelta—. Déjame ver todo el efecto.

Bulma no pudo detener el rubor que ella sabía que estaba aumentando claramente desde su hombro desnudo hasta la punta de las orejas. Cuando estuvo frente a él de nuevo, Barry sonrió, y fue una de esas sonrisas de trato fácil que no puedes evitar devolver. Y así lo hizo ella.

Entonces, como si acabara de recordar lo que estaba haciendo, él hizo una seña a su silla.

—Por favor, toma asiento. Solo quería venir y asegurarme de que estabas bien después del... —Hizo una pausa, y Bulma se le adelantó.

—¿Desastre de esta tarde? —ofreció ella.

—Exactamente. Tu Beta estaba muy molesto.

Bulma resopló.

—Eso es un eufemismo. Estoy bien. Sin importar su temperamento, B nunca me haría daño.

—¿B?

—Sí. No es lo que debes pensar, aunque estoy tentada a veces. B de Beta —le dijo Bulma con un guiño.

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