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La recepción estaba siendo todo un éxito aunque Sakura no lo notara. Se sentía desconectada de todo su alrededor y actuaba como si de una máquina automática se tratara.

Cuando Shizune la encontró en la entrada de la recepción a mitad de la ceremonia, la trajo de vuelta a la realidad y fue como un ancla para ella, ya que ni siquiera ella misma se había dado cuenta de la magnitud del accidente si no hubiera reaccionado a tienpo. Incluso se sintió apenada porque el auto le pertenecía a la peli negra y ahora mismo se encontraba con un gran golpe en la parte trasera. Se disculpó cientos de veces jurando pagar ella misma la reparación, mientras la otra sólo trataba de tranquilizarla y no preocuparla por eso. Insistió en llevarla al hospital por si no se sentía bien o si se encontraba herida, pero hasta ese momento se dio cuenta de que en realidad nada grave le había sucedido, no físicamente pero internamente sí, ya que comenzó a pensar que tal vez había perdido su toque.

¿A qué se debía eso? Si no hace mucho se encontraba trabajando tranquilamente como si nada ¿Por qué específicamente tuvo que ser en esa boda?

Finalmente cuando su asistente le preguntó sí debía llamar a Sasuke para recogerla, fue cuando una punzada que había olvidado que tenía, se esparció por todo su ser recordándole que últimamente no había estado en buenos términos con el azabache y su presencia en ese momento más que reconfortarla, la incomodaria.

¿Por qué seguía con él en primer lugar? ¿Aún quería casarse con él?

De alguna forma, aún seguía creyendo que él era la persona con la que debía casarse, lo supo desde el momento en que lo vio, además de que era el que más le convenía, tenía un trabajo estable, era bien parecido y probablemente sus hijos se parecerían a él ¿no?

Como sea, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio Kankuro, a punto de iniciar una pelea con un desconocido. Rápidamente llamó a la seguridad encargada y los sacaron a ambos del lugar. Ya estuvo a punto de arruinar la boda una vez, no lo haría de nuevo por estar pensando en sus problemas.

Por lo que podía observar, el pequeño disturbio había hecho que algunas personas comenzaran a hablar mal sobre el comportamiento del hermano de la novia. A pesar de la música, los susurros eran evidentes y lo que menos quería era que llegaran hasta Temari, que al parecer, se estaba divirtiendo aunque ambas habían tenido un accidente antes de la boda. En algún momento tendría que enfrentarla y decirle la verdad, pero no esa noche. Esa noche en especial tenía que hacer que todo fuera perfecto, así que se dirigió afuera donde Kankuro se encontraba maldiciendo para sí mismo, a intentar hablar con él.

-¿Qué haces aquí?- Él la recibió toscamente.

-He venido a tratar de hacer que entres en razón.-

-Si claro, como si tú fueras la primera en intentarlo.- Se burló.

-Hablo en serio, es la boda de tú hermana ¿No puedes comportarte aunque sea un minuto? El brindis está a punto de comenzar.-

-Ya he bebido suficiente alcohol, además ese tipo de cosas me enferman.-

-¿A qué te refieres?-

-Todas esas ridiculeces de las bodas. No entiendo porque tanto alboroto por algo tan estupido cuando puedes vivir libre, sin alguien reteniendote y beber todo el alcohol que quieras.-

-No se trata de si te gustan las bodas o no, se trata de Temari, ella realmente quiere que estés ahí y es lo que vas a hacer.- Trato de ignorar su comentario y seguir convenciendolo de entrar.

-¿Por qué mejor no hacemos algo mucho más divertido?- Se acercó a ella peligrosamente.

- Estás borracho. Voy a traer a Gaara.- Su aliento inundó sus fozas nasales produciendo un sentimiento de repulsión en la peli rosa. Lo mejor era alejarse de él lo más pronto posible pero este se lo impedía al sujetarla del brazo con demasiada fuerza.

-Vamos, se nota en tú cara que necesitas liberar el estrés, yo puedo ayudarte con eso.- Cada vez se acercaba más a Sakura, olfateando su cabello y posicionando su otra mano en su cintura.

Era de más decir que estaba aterrada ante el contacto y la cercanía de Kankuro, se preguntaba internamente cuando iba a terminar esto y se lamentó por intentar hablar con alguien evidentemente hebrio. Intento forcejear, pero eso sólo hizo que el agarre del otro se intensificara, lastimandola cada vez más.

-¡Sueltame! ¡AYUD...!- Una mano cubrió su boca acallando cada grito de auxilio por parte de ella.

-Vamos a hacer esto, tú y yo vamos a caminar hacía mí auto y tú te vas a quedar en silencio, no vas a correr y tampoco vas a intentar nada ¿Entendido?-

Sakura no contestó, sólo se limitó a cerrar sus ojos y desviar su rostro. Quería que esa noche terminara de una vez, quería salir de esa pesadilla y despertar en otro lugar que no fuera con él. Intentó aferrarse a la imágen de Sasuke ¿Qué hubiera pasado si él estuviera ahí? También se le vino a la mente unos ojos azules y una gran sonrisa que iluminaba todo a su alrededor y deseó que de alguna forma, sus súplicas llegaran a esa persona como lo habían hecho anteriormente.

Y por arte de magia, dejó de sentir las sucias manos de Kankuro sobre ella y por un momento creyó que se había desmayado o algo peor...
No se atrevía a abrir los ojos pero podía escuchar algunos sonidos fuertes, como cuerpos chocando entre sí, golpeando el piso y algunos quejidos por parte de su agresor y de alguien más.

Cuando dejó de escuchar ruidos y se vino el silencio, sintió unas manos que la tomaban por los hombros y la llamaban por su nombre. Ella aún no abría los ojos por miedo a que Kankuro fuera aquel que intentaba hacerla reaccionar, pero el agarre de esta persona era mucho más suave y su voz era extrañamente familiar y muy reconfortante.
Abrió los ojos lentamente, topandose con el mar reencarnado en unos ojos que la observaban con preocupación.
Era él, Naruto había llegado a salvarla otra vez. No podía explicar la sensación que tenía en ese momento, quería soltar el aire que había estado acumulando, quería sacar las lágrimas que le picaban los ojos y también quería desaparecer, porque siempre era Naruto el que estaba ahí en sus momentos de debilidad, cuando ella creía que era capaz de manejarlo sola y encontrar una solución, siempre aparecía él para demostrarle lo frágil que podía ser.
No era justo, ella no quería parecer débil ante nadie, había pasado por mucho para construir su confianza y elevar su autoestima para nunca más dejarse pisotear por la gente y por ella misma.

Aún así, el contacto que el rubio le estaba brindando era cálido y seguro, quería un poco más de eso, por lo que se lanzó a sus brazos y se permitió sentirse protegida por alguien más.
Aunque ese alguien tenía prometida y se encontraba cerca de ahí.

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Este es el segundo capítulo del especial de tres capítulos.

La planeadora de bodas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora