CAPÍTULO 1

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- ¡Valeria!- Grita mi madre desde abajo.

- ¡Voy!- Grité de vuelta bajando las escaleras que dan al salón donde ella estaba sentada en el sofá con el brazo escayolado viendo la tele.- Dime.

- Tienes que ir a la papelería para recoger el libro que encargué de recetas de cocina, ves cielo.- Dijo haciendo morritos, suspiré y asentí.- Gracias.

Subí las escaleras que conducian a la segunda planta y entre a cambiarme el pijama por unos vaqueros rotos, una sudadera rosa con capucha que pone LOS ÁNGELES con letras blancas bordeadas con un tono azul turquesa por delante y unas deportivas rosas. Me dirijo a mi propio baño para peinarse mi pelo rubio y maquillarme un poco, lo básico, la raya, un poco de rímel y brillo de labios.

Bajo las escaleras con cuidado de no matarme porque una vez bajando estas escaleras casi me rompo un pie.

- Mamá, me voy.- Le digo abriendo la puerta de la entrada para escuchar a mi madre decir un adiós y cerrar la puerta.

Estaba esperando mi turno en la papelería pero había una cola de gente interminable cuando me apetece un chicle, si, tengo una obsesión con los chicles tremenda.

- Perdona, ¿tienes un chicle?- Le pregunté al chico que tenía delante de mi.

- Espera, creo que si.- Dice él metiendo la mano en el bolsillo del pantalón y sacando la mano vacía, me vuelve a mirar.- Espera.- Mete su mano en el bolsillo pero esta vez de su chaqueta y vuelve a sacar la mano vacía.

- Si no tienes da igual, no pasa nada.- Le digo sonriendo.

- No, no espera tengo uno.- Me coge de la mano, me acerca a su rostro y me besa como si fuéramos pareja, noto como me pasa el chicle que él tenía hasta la mía, me aparto brúscamente de él y de regalo le pego un guantazo que hace que de unos pasos hacia atrás.

- Pero serás gilipollas.- Le digo pero más bien parece una pregunta.

- Puede.- Dice con una sonrisa traviesa.

Ojalá mi madre no me hubiera enviado a por el maldito libro de cocina.

Él chico al cual desconozco su nombre ríe y se gira porque ya es su turno y yo noto que tengo el chicle en la boca, hago una mueca de asco, cojo un pañuelo del bolsillo de la sudadera y pongo el chicle en el papel y lo tiro a la papelera que había.

- Adiós, rubita.- Me dice el chico caminando hacia la puerta y sale pero antes le miro mal y le saco el dedo corazón y él niega con la cabeza divertido y se va, por fin.

Ya era mi turno y la anciana que me atendía me miraba divertida.

- Y dime, ¿cómo besa el chico?- Pregunta y yo la miro sorprendida.- No pongas esa cara que no he sido la única que visto el beso.

- He venido a por el libro que encargó mi madre, ¿me lo podrías dar por favor?- Dije sonrojada.

- ¿A que nombre está?- Pregunta sonriendo.

- María Martínez.

- Enseguida.- Dice, desaparece por un pasillo y vuelve con una bolsa blancas donde supongo que esta el libro.- Aquí está. Son dieciséis con ochenta euros.- dice, le doy un billete de veinte y me de vuelve el cambio.

- Gracias.- Murmuro y salgo de la papelería.

- Hola de nuevo, rubita- Dicen detrás de mi, me giro y ¡OH NO, OTRA VEZ ÉL NO!

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